El gigante tecnológico Meta ha firmado un acuerdo con la startup XGS Energy para desarrollar proyectos de geotermia de «próxima generación» en Nuevo México. El plan contempla inyectar 150 MW de energía limpia directamente en la red eléctrica que alimenta los centros de datos de la compañía. Para hacerse una idea, 150 MW equivalen a encender más de cien mil hervidores de agua al mismo tiempo, pero de forma constante y libre de carbono.

Meta lleva años diversificando su matriz energética. Tras comprometerse con un contrato de 20 años para aprovechar la energía nuclear en Illinois y experimentar con pozos geotérmicos junto a Sage Geosystems, la empresa quiere ahora que las rocas calientes y secas del desierto de Nuevo México funcionen como inmensas estufas subterráneas que no se apagan nunca.

La geotermia tradicional se basa en agua subterránea que, al calentarse, genera vapor y mueve turbinas. Sin embargo, muchas zonas ricas en calor carecen de acuíferos. XGS Energy propone un sistema que perfora hasta encontrar roca muy caliente y, mediante un intercambiador sellado, extrae calor sin consumir agua. Imagínalo como clavar una pajilla metálica en una papa recién horneada: el calor sube por la pajilla aunque no haya jugos líquidos alrededor.

Nuevo México ofrece el equivalente geológico de esa papa humeante: un manto rocoso extremadamente caliente y abundante. Allí, el proyecto se divide en dos fases, una inicial modesta y otra de escala industrial, ambas con la mirada puesta en 2030 para estar operativas.

Hablamos de energía limpia con «cero uso de agua en operación», algo crucial en regiones áridas donde cada gota cuenta. Además, al conectar la planta directamente a la red que nutre los centros de datos, se minimizan pérdidas de transporte y se evita depender de certificados de energía renovable que, en la práctica, a veces solo equilibran las cuentas en papel.

Comparado con la solar o la eólica, la geotermia ofrece producción continua 24/7; es como tener el sol de mediodía bajo tus pies todo el año. Para los servidores dedicados a inteligencia artificial, que consumen electricidad como si fuesen hornos de pizzas trabajando a tope, la estabilidad es oro.

Cada modelo de inteligencia artificial que Meta entrena exige más chips aceleradores y más refrigeración. Urvi Parekh, directora global de energía de la compañía, lo des

 

cribió así: «Los avances en IA necesitan un flujo constante de energía para sostener el desarrollo de la infraestructura». Con la demanda disparada, depender únicamente de renovables intermitentes ya no basta.

La estrategia de Meta recuerda a quien diversifica su dieta para evitar antojos: nuclear en Illinois para potencia base de largo plazo, convenios eólicos y solares donde conviene, y ahora geotermia para añadir una fuente firme que no produce emisiones directas. Esa mezcla reduce la huella de carbono y, de paso, protege a la empresa frente a la volatilidad de precios en los mercados eléctricos.

 

Más allá de Meta, el acuerdo trae inversión, empleos cualificados y la posibilidad de convertir a Nuevo México en laboratorio viviente de geotermia avanzada para todo Estados Unidos. Universidades locales podrán colaborar en I+D, y otras compañías verán en la región un campo de pruebas para replicar el modelo.

Imagina un barrio donde un vecino instala paneles solares; en poco tiempo, medio vecindario sigue su ejemplo. Algo similar podría ocurrir con la geotermia profunda si los pozos de XGS Energy cumplen las expectativas de rendimiento y coste.

 

Perforar kilómetros bajo tierra nunca es trivial. Se necesitan materiales capaces de soportar temperaturas extremas y un sistema de intercambio térmico que mantenga la eficiencia con el paso de los años. Otro punto delicado es la sísmica inducida: aunque los pozos de rocas secas reducen riesgos asociados al bombeo de fluidos, una mala gestión podría ocasionar microtemblores.

También está la cuestión financier

 

a. Aunque Meta aporta músculo de capital, el retorno depende de que el costo por megavatio-hora compita con otras fuentes. La tecnología tiene que demostrar que la analogía de la «papa horneada» no se convierte en un «soufflé» que se desinfle con las primeras complicaciones técnicas.

Si todo marcha según lo planeado, la p

 

rimera fase podría entrar en servicio antes de la segunda mitad de la década; la ampliación completaría los 150 MW alrededor de 2030. Para entonces, los centros de datos de Meta serán aún más voraces en energía debido a la evolución de la IA generativa y de las experiencias en realidades mixtas.

Mientras el calendario avanza, la industria observará con lupa rendimientos, costes y fiabilidad. Un éxito abriría la puerta a replicar el modelo en otras regiones con roca caliente, desde Nevada hasta partes de la península ibérica. En palabras llanas, si el horno subterráneo cocina bien en Nuevo México, otros querrán su propia cocina geotérmica.

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