La observación del Sol es una de las tareas más complejas de la astronomía moderna. Aunque lo tenemos a solo 150 millones de kilómetros, su intensidad lumínica y radiación hacen muy difícil observar con claridad su atmósfera externa, conocida como corona solar. Tradicionalmente, los científicos han aprovechado los escasos minutos de los eclipses solares totales para estudiar esta región. Pero ahora, una nueva misión espacial ha conseguido algo inédito: generar eclipses solares artificiales de forma regular.
Se trata de la misión Proba-3, de la Agencia Espacial Europea (ESA), un proyecto pionero que está marcando un antes y un después en la exploración del Sol.
Proba-3 es una misión formada por dos satélites que vuelan en formación extremadamente precisa, separados por 150 metros, lo equivalente a un campo y medio de fútbol. Uno de ellos actúa como ocultador, bloqueando el disco solar, mientras que el otro, el coronógrafo, captura imágenes detalladas de la corona solar utilizando un instrumento avanzado llamado ASPIICS (siglas en inglés de Asociación de Naves Espaciales para la Investigación Polarimétrica e Imagen de la Corona del Sol).
Esta alineación perfecta permite que el segundo satélite observe el Sol sin la intensa luz central que normalmente impide ver los detalles más finos. En otras palabras, estos satélites simulan un eclipse total de Sol, como los naturales provocados por la Luna, pero de forma programada y repetitiva.
La gran ventaja de Proba-3 es la frecuencia y duración de sus eclipses artificiales. Mientras que un eclipse solar natural total ocurre solo una o dos veces al año, y dura apenas unos minutos, Proba-3 puede generar un eclipse cada 19,6 horas y mantenerlo durante hasta seis horas. Esta regularidad proporciona a los científicos una enorme cantidad de datos con un nivel de detalle sin precedentes.
Además, todo esto se realiza de forma autónoma, sin intervención constante desde Tierra. La coordinación entre los dos satélites es tan precisa que pueden mantener su alineación exacta durante horas mientras orbitan el planeta.
Durante su fase de pruebas, la misión ya ha entregado sus primeras imágenes científicas, y los resultados son prometedores. Utilizando diferentes longitudes de onda, el coronógrafo ha captado diversas estructuras y fenómenos de la corona solar:
En algunos casos, los datos de Proba-3 se han combinado con observaciones de otros satélites, como Proba-2 (que observa el Sol en luz ultravioleta extrema) y SOHO, otro observatorio solar de la ESA, que se centra en las capas más externas de la atmósfera solar. Este trabajo conjunto permite construir un retrato tridimensional del Sol y su entorno.
Es importante aclarar que Proba-3 todavía se encuentra en su fase de verificación, conocida como fase de puesta en marcha o commissioning. Durante este periodo, los equipos técnicos evalúan y ajustan todos los sistemas para garantizar que funcionen correctamente. No obstante, incluso en esta etapa inicial, las observaciones ya están siendo útiles para el análisis científico.
Cuando Proba-3 entre plenamente en su fase operativa, se espera que proporcione información crucial para comprender fenómenos como el viento solar, las erupciones solares y el clima espacial, que pueden afectar desde satélites hasta redes eléctricas en la Tierra.
La corona solar es una región misteriosa. A pesar de estar más alejada del núcleo solar, tiene temperaturas que alcanzan varios millones de grados Celsius, mucho más que la superficie visible del Sol. Esta paradoja térmica sigue sin una explicación clara, y los científicos creen que desentrañarla podría ayudar a comprender muchos otros procesos estelares.
Además, es en la corona donde se originan fenómenos como las eyecciones de masa coronal, grandes explosiones de plasma que viajan por el espacio y pueden tener impactos directos en nuestro planeta. Saber más sobre estos procesos es vital para anticipar y mitigar sus efectos.
Con Proba-3, la ESA ha dado un paso audaz hacia una nueva forma de explorar el Sol. La capacidad de crear eclipses a demanda no solo es un logro técnico impresionante, sino que abre una ventana constante y flexible al estudio del astro rey.
Como si tuviéramos una “lupa cósmica” capaz de enfocarse en los detalles más escurridizos del Sol, esta misión podría ayudarnos a entender mejor tanto su comportamiento como su influencia sobre nuestro sistema planetario.