Meta ha intensificado su apuesta por la inteligencia artificial a través de una estrategia ambiciosa: la creación de centros de datos gigantescos con capacidad energética de gigavatios. Estos nuevos «superclusters» no solo representan una inversión técnica sin precedentes, sino también una fuente de controversia ambiental que ya está generando debate en Estados Unidos.

Prometheus y Hyperion: los titanes de Meta

Mark Zuckerberg, CEO de Meta, ha anunciado la construcción de varios superclusters, comenzando con uno llamado Prometheus, que estará operativo en 2026. Otro centro, Hyperion, se construye en Louisiana y se espera que entre en funcionamiento en 2027.

Estos nombres mitológicos no son casuales: como los titanes de las leyendas griegas, estas infraestructuras están diseñadas para tener un poder colosal. Según Zuckerberg, cada supercluster ocupará una superficie comparable a una parte significativa de Manhattan. Su propósito principal es proporcionar la capacidad de cómputo necesaria para entrenar modelos avanzados de IA a una escala sin precedentes.

¿Qué es un supercluster y por qué importa?

Un supercluster es básicamente una red masiva de recursos informáticos interconectados. Está compuesto por miles de unidades de procesamiento gráfico (GPUs) o unidades de procesamiento tensorial (TPUs), diseñadas para tareas de alto rendimiento, como entrenar modelos de lenguaje o visión por computadora.

Para ponerlo en perspectiva: si un clúster tradicional puede ser comparado con un conjunto de computadoras en red, un supercluster sería el equivalente a una ciudad entera trabajando al unísono para resolver problemas computacionales.

Hasta ahora, la mayoría de estos centros funcionaban con capacidades de cientos de megavatios. Pero Meta busca llevar esto al siguiente nivel con centros que superen el gigavatio de capacidad eléctrica, lo que teóricamente le daría una ventaja competitiva en potencia de cómputo frente a empresas como OpenAI o xAI.

Una carrera tecnológica entre gigantes

Zuckerberg asegura que Meta será la primera en lograr que un supercluster de gigavatios entre en funcionamiento. Sin embargo, Elon Musk, fundador de xAI, también ha afirmado que su centro de datos en Memphis, Tennessee, podría ser el primero en alcanzar esa meta. Esta rivalidad recuerda a las históricas competencias del mundo tecnológico, con ambos líderes disputando quién liderará la próxima era de la inteligencia artificial.

No es solo una cuestión de egos. Contar con más capacidad de cómputo permite entrenar modelos más grandes, ejecutar simulaciones más complejas y responder a la creciente demanda de aplicaciones basadas en IA. En ese sentido, quien logre establecer primero una infraestructura de esta magnitud tendrá una posición privilegiada en el futuro del sector.

El precio ambiental de la innovación

Pero no todo es entusiasmo tecnológico. Estos centros de datos necesitan una cantidad descomunal de energía, y la forma en que se obtiene esa energía ha despertado preocupación.

En el caso del proyecto de xAI en Memphis, se han utilizado 35 turbinas de gas metano portátiles, instaladas sin permisos de aire. Estas turbinas podrían abastecer de energía a una ciudad de 50.000 habitantes, pero también emiten hasta 130 toneladas anuales de óxidos de nitrógeno, un contaminante vinculado a enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Meta, por su parte, no parece estar optando por una vía mucho más limpia. En Ohio, está construyendo dos plantas de gas natural de 200 MW cada una para alimentar sus centros. Aunque el gas natural genera menos emisiones que el carbón, sigue produciendo óxidos de nitrógeno y otros contaminantes que afectan la salud de las comunidades cercanas. La decisión de emplear este tipo de energía ha sido posible gracias a políticas federales que permiten su uso incluso para iniciativas relacionadas con IA.

Este enfoque ha provocado críticas por parte de grupos ambientalistas, que cuestionan cómo es posible que se inviertan decenas de miles de millones de dólares en tecnología de punta, mientras se descuida el impacto ambiental y social de esa inversión.

¿A qué se destina todo ese poder de cómputo?

Meta no ha detallado públicamente qué modelos de IA entrenará en Prometheus o Hyperion, pero es fácil especular que se utilizarán para desarrollar nuevas versiones de su asistente con IA, mejorar algoritmos de recomendación para Facebook, Instagram y WhatsApp, y quizás explorar áreas como realidad virtual y aumentada en el metaverso.

A principios de año, Zuckerberg afirmó que Meta podría gastar hasta 72.000 millones de dólares en proyectos de IA, incluyendo la contratación de investigadores, compra de hardware y construcción de infraestructura.

Con esa suma, muchas comunidades se preguntan si no sería posible destinar una fracción para invertir en energía renovable, sistemas de mitigación de impactos ambientales o programas sociales que compensen el efecto de estos megacentros sobre el entorno local.

¿Qué significa esto para el futuro?

Estamos entrando en una era en la que el poder computacional se está convirtiendo en un nuevo tipo de infraestructura crítica, al igual que lo fueron en su momento las redes ferroviarias o las autopistas. Sin embargo, como en esos casos, su implementación viene con beneficios y costos.

El verdadero reto para empresas como Meta y xAI no será solo construir el centro más grande o más potente, sino encontrar una manera responsable de equilibrar sus ambiciones tecnológicas con el bienestar ambiental y social de las comunidades que rodean estos proyectos.

¿Qué son los Sindicatos de Datos y por qué podrían cambiar nuestra relación con la tecnología?

Los Sindicatos de Datos son una propuesta emergente para enfrentar un desequilibrio evidente: mientras las grandes plataformas tecnológicas se benefician enormemente de la información que generamos a diario, los usuarios rara vez tienen voz en cómo se usan esos datos o si deberían recibir algo a cambio. Inspirados en el funcionamiento de los sindicatos laborales tradicionales, estos colectivos buscan representar a los usuarios para negociar colectivamente sobre el uso, valor y posible compensación por sus datos.