Imagina que puedes ir al trabajo, llevar a los niños al colegio, hacer la compra, visitar al médico y salir a pasear al parque sin tener que usar el coche ni pasar horas en el tráfico. Esa es la promesa de las ciudades de 15 minutos: que todos los servicios esenciales estén a un máximo de un cuarto de hora caminando o en bicicleta desde casa. Un modelo que busca acercar la ciudad a las personas y no al revés.
El concepto fue popularizado por el urbanista Carlos Moreno en 2016, y ha ganado tracción desde la pandemia de COVID-19. La idea central es sencilla: menos desplazamientos, más calidad de vida. Pero su aplicación práctica está lejos de ser uniforme ni exenta de críticas.
Objetivos y principios fundamentales
El modelo se basa en tres pilares teóricos:
- Crono-urbanismo: adaptar los ritmos urbanos a las necesidades cotidianas.
- Cronotopía: aprovechar el tiempo en función del espacio, usando un mismo lugar para diferentes usos según la hora del día.
- Topofilia: fomentar el apego al barrio y el sentido de comunidad.
Sus objetivos son crear ciudades policéntricas, con centros urbanos múltiples y autosuficientes, que integren seis funciones clave: vivir, trabajar, abastecerse, cuidar, educarse y disfrutar del ocio.
Beneficios de vivir cerca de todo
Las ventajas teóricas del modelo son muchas y variadas:
- Reducción del estrés: menos tiempo en atascos significa más tiempo para uno mismo.
- Mejora de la salud: fomentar los desplazamientos a pie o en bici contribuye al ejercicio físico diario.
- Sostenibilidad: menos coches implican menos emisiones de CO2 y menos contaminación sonora.
- Reactivación local: al consumir en el barrio se dinamiza la economía de pequeños negocios.
- Fortalecimiento de la comunidad: al coincidir más con los vecinos, se refuerzan los lazos sociales.
Un ejemplo inspirador es Koiki, una empresa de logística en España que promueve el reparto de última milla a pie o en bicicleta, generando empleo inclusivo y reduciendo la huella ambiental.
Casos reales: de París a Melbourne
París es uno de los referentes mundiales. Bajo el liderazgo de su alcaldesa, Anne Hidalgo, la ciudad ha transformado aparcamientos en plazas verdes y restringido el tráfico en zonas residenciales. Las «rues aux écoles» (calles escolares) permiten que niños y niñas lleguen caminando al colegio con seguridad.
En Barcelona, las «supermanzanas» reorganizan el tráfico para dar prioridad a peatones y ciclistas. Espacios antes dedicados a coches ahora están llenos de juegos infantiles, bancos y terrazas.
Melbourne también está desarrollando barrios autónomos, y en Chile, el proyecto Atacama Invest planea crear diez complejos comerciales con la filosofía de los 15 minutos.
Los matices de una utopía
Aunque el concepto parece ideal, también ha generado críticas. Algunos comerciantes temen perder clientela si se restringe el acceso en coche. Otros ciudadanos denuncian que el tráfico se desplaza a las zonas limítrofes, congestionándolas aún más.
Y luego están las teorías conspirativas, que acusan al modelo de intentar controlar a la población, inspiradas por ideas infundadas de «confinamientos climáticos». Estas narrativas se han difundido sobre todo en redes sociales, alentadas por grupos contrarios a las políticas climáticas.
Desde un punto de vista más serio, también se han levantado voces que advierten sobre el riesgo de segregación, si solo algunos barrios se benefician de esta transformación y otros quedan relegados.
¿Es viable en todas partes?
La respuesta corta es: depende. En ciudades densas, con centros históricos bien conectados y una cultura de movilidad sostenible, el modelo tiene más posibilidades de éxito. Pero en urbes dispersas, diseñadas para el coche, se requieren transformaciones urbanas profundas y costosas.
Por ejemplo, en muchas ciudades de América Latina y Norteamérica, donde las distancias entre servicios son largas y el transporte público escaso, la transición es más compleja. Aun así, puede aplicarse de forma gradual: empezando por zonas piloto o con incentivos para ciertos servicios.
El futuro del modelo: paso a paso
El interés sigue creciendo. En 2024, el grupo C40 lanzó una competencia entre ciudades como Bilbao, Nueva York y Roma para rediseñar espacios urbanos con este enfoque. En redes sociales, el término ha ganado notoriedad, sobre todo en TikTok, donde se comparte contenido sobre barrios caminables y vidas más tranquilas.
Según estimaciones de la ONU, para 2050 dos tercios de la población mundial vivirá en ciudades. Si no repensamos el modelo urbano, el estrés y la contaminación seguirán creciendo. Las ciudades de 15 minutos no son una receta mágica, pero sí una herramienta poderosa si se adapta al contexto local, con planificación cuidadosa y voluntad política.
Una promesa con pies en la tierra
No es necesario vivir en una ciudad modelo para empezar a aplicar esta filosofía. Revalorizar el barrio, usar la bici más seguido o comprar en comercios locales son pequeños pasos que contribuyen a una ciudad más habitable.
Las ciudades de 15 minutos no son una fantasía urbana ni un plan secreto para controlar a nadie. Son una propuesta flexible, que busca reducir el estrés cotidiano y mejorar nuestra relación con el entorno urbano. Como toda buena idea, necesita ser adaptada, corregida y nutrida por sus ciudadanos. Porque una ciudad que cuida a sus vecinos, es una ciudad que se construye desde el presente, pensando en el futuro.