Imagina que estiras la mano para agarrar una pelota… y no hay nada ahí. Pero tu cerebro dice que sí. La sientes, notas su textura, incluso la presión contra tus dedos. Bienvenido al mundo de los hologramas táctiles, esa mezcla mágica de ciencia y tecnología que promete que, algún día, podremos “tocar” lo que ahora solo vemos en pantallas o gafas de realidad virtual.


¿Qué es eso de un holograma táctil?

Básicamente, es un objeto virtual que no solo se ve, sino que también se puede sentir. No, no estamos hablando de guantes con motores o trajes raros. La gracia aquí es que puedes percibir la forma, la textura o incluso la vibración de algo… sin tener nada pegado a la piel. Todo ocurre en el aire, y tu mano interactúa con algo que solo existe como proyección 3D.

Si alguna vez has pasado la mano cerca de un altavoz potente y has sentido el aire vibrando, tienes una ligera idea de cómo funciona. La diferencia es que aquí esas vibraciones están tan finamente controladas que engañan a tus nervios para que piensen: “¡Oye, esto es un objeto real!”.


Ultrasonidos: la brisa que se convierte en textura

Uno de los trucos más usados para lograrlo es el de los ultrasonidos enfocados. Imagina una especie de “matriz” con decenas o cientos de pequeños altavoces que no hacen ruido audible, pero sí generan ondas de presión que convergen en un punto muy concreto. Si pones la mano ahí, sentirás una pequeña fuerza, como si el aire se endureciera un instante.

La Universidad de Tokio fue pionera en esto, creando prototipos que permiten “acariciar” un holograma. Luego, la Universidad de Bristol llevó el concepto más allá, formando figuras tridimensionales en el aire que podías tocar. Eso sí, la sensación aún está lejos de ser un apretón de manos real… se parece más a pasar la mano por una corriente suave de aire.


Ondas rebeldes y desafíos técnicos

Aquí es donde la cosa se pone menos mágica y más de laboratorio: los ultrasonidos, cuando tocan la piel, no solo afectan al punto donde se concentran, sino que generan ondas de cizallamiento que se propagan alrededor. Es como cuando tiras una piedra a un charco y las ondas se expanden: la señal que querías dar se “diluye” un poco.

Esto hace que el tacto no sea tan preciso como quisiéramos. Algunos investigadores ven esto como un problema; otros creen que se podría aprovechar para crear sensaciones más ricas y envolventes. Yo, personalmente, creo que, igual que pasó con la imagen en HD, al principio todos nos quejaremos de que “no se siente real” y, cuando mejore, ya no podremos vivir sin ello.


Láseres: el toque de ciencia ficción

Y luego está el enfoque de los láseres de femtosegundos. Suena a arma de película, pero en realidad sirve para crear diminutos puntos de plasma en el aire, llamados “voxels”. Cada uno puede emitir luz y, si lo tocas, genera una micro onda de choque que tu piel detecta como un pequeño cosquilleo o una arenilla fina.

Estos hologramas son muy pequeños, apenas de unos centímetros cúbicos, pero tienen algo que los ultrasonidos no logran: una sensación táctil más marcada. El problema es que ahora mismo no puedes usar esto para, por ejemplo, manipular una interfaz completa… a menos que seas una hormiga.


Experiencias más inmersivas

La cosa se pone realmente interesante cuando mezclas realidad mixta con hologramas táctiles. Imagina llevar unas gafas AR que te muestran un corazón latiendo frente a ti… y sentir cómo late al ritmo de tu propio pulso, medido en tiempo real por un reloj inteligente. Es un nivel de inmersión que hace que el límite entre el mundo físico y el digital se vuelva muy difuso.

No es difícil pensar en aplicaciones para la educación, la medicina o el entretenimiento. Un cirujano podría practicar una operación sintiendo el órgano virtual, o un niño podría aprender sobre planetas “tocando” una esfera flotante que gira en el aire.


España también juega

En la Universidad Pública de Navarra han desarrollado FlexiVol, un sistema que proyecta objetos flotantes sin gafas ni pantallas volumétricas, usando un difusor elástico que puedes tocar sin riesgo. Lo interesante es que permite que varias personas interactúen a la vez, lo que lo hace perfecto para museos, ferias o aulas.

Yo creo que aquí hay un filón para todo tipo de experiencias compartidas. ¿Te imaginas ir a un concierto y, en mitad de la canción, poder tocar la portada del álbum flotando sobre el escenario?


El futuro que viene flotando

Todo esto todavía está en fase experimental, pero el camino es prometedor. Los hologramas táctiles tienen un potencial brutal para cambiar cómo interactuamos con la tecnología. Tal vez dentro de unos años, cuando nos llamen por videollamada, no solo veamos la cara de la otra persona, sino que podamos darle un apretón de manos… o un abrazo, si la física lo permite.

Por ahora, me quedo con la idea de que estamos entrando en una etapa en la que el mundo virtual ya no se limitará a lo que podemos ver y oír. Pronto, también podremos sentirlo. Y cuando eso pase, ya no habrá vuelta atrás.

Plásticos programables: esos materiales que desaparecen cuando toca

¿Te imaginas un mundo donde al soltar tu botella de plástico… boom!, que se desintegre cuando ya no la necesitas? Parece ciencia ficción, pero los plásticos programables pueden hacer algo así: actúan y luego se autodestruyen gracias a señales como luz, calor o incluso sonido. Ideal para reducir el caos de los plásticos de un solo uso, ¿no crees?