En el campo de la propulsión espacial, cada centímetro y cada gramo cuentan. El reciente descubrimiento del diboruro de manganeso (MnB2) por un equipo de químicos de la Universidad de Albany, en Nueva York, podría cambiar de manera significativa cómo se diseñan los cohetes del futuro. Este nuevo compuesto ofrece una densidad energética superior en un 150% respecto a los materiales actuales utilizados en combustibles sólidos, como el aluminio, lo que implica una capacidad de empuje mucho mayor en un volumen significativamente menor.

Esta eficiencia podría traducirse en cohetes que requieran menos combustible para alcanzar la misma distancia, liberando espacio para otros fines, como el transporte de más instrumentos científicos o el regreso de muestras a la Tierra. La clave está en la estructura atómica y la forma en que esta almacena energía, una característica que, hasta hace poco, no había podido aprovecharse por la dificultad para sintetizar el compuesto.

Un resorte atómico listo para liberarse

El diboruro de manganeso pertenece a una familia de compuestos ricos en boro, conocidos por su potencial energético. Sin embargo, su producción ha sido esquiva desde los años 60, cuando comenzaron a teorizarse sus propiedades. Lo que hace especial al MnB2 es su estructura molecular asimétrica, deformada y altamente inestable, una combinación que lo convierte en un almacén de energía listo para liberar potencia en el momento justo.

Para imaginar su funcionamiento, pensemos en un trampolín estirado por el peso de un objeto muy pesado. Al retirar ese objeto, el trampolín recupera su forma original con un estallido de energía. Eso mismo ocurre con este compuesto: su estructura atómica está tan tensada que, al activarse mediante un agente como el queroseno, libera de golpe todo ese potencial contenido.

Síntesis bajo calor extremo

La dificultad para fabricar MnB2 radica en las condiciones extremas necesarias para formarlo. La técnica empleada implica una herramienta especializada llamada arc melter, que utiliza una corriente eléctrica concentrada para alcanzar temperaturas de hasta 3.000 °C. En ese ambiente, los polvos de manganeso y boro se funden y, al enfriarse rápidamente, forman un compuesto con una estructura forzada y deformada que, paradójicamente, es la fuente de su alta energía.

Este tipo de deformación estructural no es visible a simple vista, pero sí puede modelarse por computadora. Así lo hizo el equipo de Gregory John y Alan Chen, también parte del proyecto, quienes visualizaron que los hexágonos que componen la estructura cristalina del MnB2 no encajan de manera perfecta, sino que están sutilmente torcidos, como una galleta rota por la presión. Esa pequeña deformación es lo que almacena la energía que luego se liberará con gran potencia.

Más allá del combustible espacial

Aunque el potencial del diboruro de manganeso como combustible para cohetes es sin duda lo más llamativo, el equipo de investigación también ha identificado otras aplicaciones posibles. Las propiedades de este tipo de compuestos ricos en boro podrían utilizarse para mejorar catalizadores automotrices, por ejemplo en convertidores catalíticos que reduzcan emisiones contaminantes, o incluso como catalizadores en procesos químicos complejos como el reciclaje de plásticos.

Este enfoque multidisciplinario demuestra el valor de explorar materiales que, aunque no tengan una aplicación inmediata, abren puertas a soluciones tecnológicas futuras. A veces, los descubrimientos más prometedores surgen precisamente de la curiosidad científica sin una finalidad inmediata.

Una carrera química hacia lo desconocido

El trabajo del profesor Michael Yeung y su equipo refleja el espíritu de la química de materiales: buscar nuevas combinaciones de elementos que den lugar a propiedades extraordinarias. El interés de Yeung por los compuestos con boro comenzó durante su etapa como estudiante de posgrado, en una búsqueda por descubrir materiales más duros que el diamante. En ese proceso, encontró un compuesto que se calentaba y brillaba de manera inesperada, encendiendo una chispa de curiosidad que terminaría, años después, en el descubrimiento del MnB2.

Ese brillo anaranjado que no debería haber estado allí fue una señal de que los compuestos con boro podían tener una energía oculta. El MnB2 representa uno de los primeros pasos para desvelar el potencial de este tipo de materiales.

Estabilidad hasta el momento exacto

Una de las mayores virtudes del nuevo compuesto es su estabilidad. A diferencia de otros materiales altamente energéticos que pueden presentar riesgos de combustión espontánea, el MnB2 permanece inerte hasta que se le aplica un agente de ignición. Esta característica lo convierte en un candidato seguro para el transporte y almacenamiento, algo fundamental en el diseño de misiones espaciales, donde el margen de error debe reducirse al mínimo.

Al combinar esta estabilidad con una densidad energética tan elevada, el nuevo compuesto ofrece una ventaja clave: permite desarrollar vehículos espaciales más livianos o bien, mantener el peso y aumentar la carga útil. En cualquiera de los dos casos, el beneficio es evidente.

El futuro de los materiales energéticos

La investigación en nuevos compuestos como el diboruro de manganeso es también una apuesta hacia la independencia tecnológica y la sostenibilidad. Poder contar con materiales altamente energéticos, seguros y versátiles significa que no solo los cohetes podrán ser más eficientes, sino que otros sectores industriales podrán beneficiarse de avances en catalizadores, almacenamiento de energía o procesamiento de residuos.

En un panorama científico donde cada nuevo material puede ser la llave para resolver múltiples retos, el MnB2 se posiciona como un ejemplo concreto de cómo la investigación básica puede desembocar en descubrimientos con aplicaciones prácticas, inesperadas y de gran impacto.

Un nuevo compuesto promete reducir el tamaño del combustible espacial sin sacrificar potencia

En el campo de la propulsión espacial, cada centímetro y cada gramo cuentan. El reciente descubrimiento del diboruro de manganeso (MnB2) por un equipo de químicos de la Universidad de Albany, en Nueva York, podría cambiar de manera significativa cómo se diseñan los cohetes del futuro. Este nuevo compuesto ofrece una densidad energética superior en un 150% respecto a los materiales actuales utilizados en combustibles sólidos, como el aluminio, lo que implica una capacidad de empuje mucho mayor en un volumen significativamente menor.