Durante casi dos siglos, las ciudades de Estados Unidos han transitado por una senda de transformaciones profundas: pasaron de ser centros artesanales y manufactureros a convertirse en nodos de servicios, tecnología e innovación. Sin embargo, un nuevo estudio del Complexity Science Hub revela que, pese a estos cambios, las ciudades mantienen un elemento constante: su coherencia económica.

Este concepto no se refiere a una estrategia deliberada, sino a un patrón silencioso pero firme. La coherencia describe cuán relacionadas están entre sí las actividades económicas dentro de una ciudad. Es como si cada ciudad mantuviera un «ADN económico» que, aunque evoluciona, nunca se fragmenta del todo.

Entendiendo la coherencia: el pegamento invisible de la economía urbana

Imaginemos que una ciudad es como una orquesta. Puede incorporar nuevos instrumentos o cambiar de repertorio, pero si los músicos no están afinados entre sí, el resultado será caótico. De igual manera, una ciudad puede diversificarse, pero necesita que sus sectores económicos mantengan cierta conexión. Esa armonía es lo que los investigadores llaman «coherencia».

Según el estudio dirigido por Simone Daniotti, Matté Hartog y Frank Neffke, esta coherencia ha permanecido constante en las ciudades de EE. UU. desde 1850. Analizando más de 650 millones de registros censales y 6 millones de patentes, los investigadores descubrieron que, aunque cambien las industrias dominantes, la interrelación entre las actividades económicas se mantiene sorprendentemente estable.

Diversificarse sí, pero sin perder el hilo

Muchas ciudades abandonaron la manufactura pesada para abrazar industrias tecnológicas o de servicios. Es el caso de Boston o Pittsburgh, que pasaron de ser gigantes industriales a centros de innovación. Pero estos cambios no fueron abruptos ni caóticos. Siguiendo la lógica de la coherencia, las ciudades transitaron hacia actividades que tenían cierta afinidad con las anteriores.

Esto explica por qué algunas urbes logran reinventarse con éxito, mientras que otras fracasan en el intento. No basta con apostar por industrias de moda; es necesario que estas nuevas actividades se integren con las capacidades existentes: infraestructura, formación laboral, instituciones y redes empresariales.

El caso del Oeste: diversificación acelerada pero estructurada

El estudio pone el foco también en la costa oeste de Estados Unidos, donde ciudades como San Francisco y Los Ángeles surgieron en torno a 1850 con el auge de la Fiebre del Oro. En solo cincuenta años, estas ciudades pasaron de tener una escasa representación de ocupaciones nacionales a incorporar casi el 90% de las actividades exportables del país.

Este crecimiento fue rápido y diversificado, pero sorprendentemente mantuvo un nivel de coherencia comparable al de ciudades del este como Nueva York o Filadelfia. A pesar de su aparente caos inicial, la evolución de las ciudades del Oeste siguió la misma regla: diversificar sin romper la cohesión económica interna.

Más grande, menos coherente

Un hallazgo llamativo es que, a medida que crecen, las ciudades tienden a perder coherencia. Específicamente, esta disminuye alrededor de un 4% cada vez que la población se duplica. Esto no significa que las ciudades grandes estén en desventaja, sino que pueden soportar una mayor variedad de actividades, lo que inevitablemente reduce su grado de interconexión.

Ciudades como Nueva York o Los Ángeles, por su tamaño, pueden mantener industrias muy distintas conviviendo, desde la moda hasta la tecnología aeroespacial. Pero esa variedad implica menor coherencia. En contraste, una ciudad pequeña necesita especializarse en sectores compatibles entre sí para sostener su funcionamiento económico.

Implicaciones para la política urbana

Estos hallazgos tienen un valor práctico para quienes diseñan estrategias de desarrollo urbano. Las políticas públicas que impulsan la diversificación deben considerar los límites impuestos por la coherencia económica. Forzar a una ciudad pequeña a abrazar industrias que no tienen relación con sus capacidades actuales puede resultar contraproducente.

Esto no significa que las ciudades estén condenadas a un destino fijo. Pueden cambiar, pero deben hacerlo con pasos medidos, construyendo puentes entre su presente económico y el futuro que desean alcanzar. Por ejemplo, una ciudad centrada en la manufactura textil podría evolucionar hacia la moda sostenible o el diseño industrial, aprovechando conocimientos previos.

La coherencia como métrica de salud urbana

Más allá de los datos macroeconómicos, la coherencia ofrece una forma de medir la «salud» económica de una ciudad. No se trata sólo de cuánto produce, sino de cuán bien encajan sus piezas internas. Una ciudad con industrias desarticuladas puede parecer próspera a simple vista, pero estar en riesgo de fractura.

Por eso, los investigadores proponen utilizar esta métrica como herramienta de diagnóstico. Al observar cuán coherentes son las actividades de una ciudad, se pueden anticipar crisis o detectar oportunidades de transformación sostenible.

Un patrón universal con raíces profundas

Quizá lo más fascinante de este estudio es la constatación de que la relación entre coherencia y crecimiento urbano se ha mantenido firme a lo largo de 170 años, pese a cambios tecnológicos drásticos. Desde la aparición del ferrocarril hasta la irrupción de la inteligencia artificial, las ciudades han cambiado, pero sin romper este equilibrio invisible.

Como si cada ciudad tuviera una memoria interna que regula cuánto puede cambiar sin perder su identidad. Una especie de termostato económico que marca los límites de la transformación.

Dormir mal envejece el cerebro y podría aumentar el riesgo de demencia

Dormir pocas horas o tener un sueño de mala calidad no solo provoca cansancio al día siguiente. Un nuevo estudio liderado por el Instituto Karolinska ha demostrado que los malos hábitos de sueño pueden hacer que el cerebro parezca hasta un año más viejo de lo que realmente es. Este hallazgo, publicado en la revista eBioMedicine, se basa en el análisis de más de 27.000 escáneres cerebrales de adultos de mediana y avanzada edad.