Cada día, más de 50.000 barcos de carga surcan los océanos transportando cerca del 90% del comercio mundial. Este engranaje esencial de la economía global también es uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero, generando cerca del 3% de las emisiones globales de CO₂. Si se tratara de un país, el sector naviero ocuparía el sexto lugar entre los mayores contaminantes del planeta.
Frente a esta realidad, el investigador Shane Keating, experto en oceanografía y matemáticas aplicadas de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW Sydney), ha desarrollado una tecnología que promete cambiar la forma en la que los barcos cruzan los océanos. Su propuesta: usar la inteligencia artificial y modelos oceánicos avanzados para crear rutas que aprovechen las corrientes marinas y así reducir el consumo de combustible.
La idea se parece a lo que hacemos al conducir usando una app de mapas: en lugar de seguir la ruta más corta, buscamos la más eficiente. En el mar, esto significa dejar de seguir la línea recta (la ruta de círculo máximo) y optar por trayectos que, aunque sean unos kilómetros más largos, aprovechan la energía de las corrientes oceánicas.
Estas corrientes pueden actuar como una cinta transportadora, empujando a los barcos y reduciendo la necesidad de usar motores a plena potencia. Para saber por dónde están y hacia dónde se mueven estas «autopistas acuáticas», se necesita información precisa en tiempo real. Aquí entra en juego la tecnología satelital moderna y los modelos de predicción climática.
Un elemento clave en este sistema son los eddies, remolinos gigantes de agua que giran lentamente, como tornados submarinos. Aunque poco conocidos, los eddies representan el 90% de la energía cinética del océano y están presentes en todos los mares del mundo.
Hasta hace unas décadas, los mapas oceánicos solo mostraban grandes corrientes como la del Golfo. Hoy, gracias a los satélites, sabemos que el mar es un sistema caótico y turbulento, lleno de pequeños remolinos de hasta 300 km de diámetro y 2.000 metros de profundidad. A pesar de su movimiento lento (unos 2 m/s), la densidad del agua (800 veces mayor que la del aire) hace que estos remolinos tengan una fuerza comparable a la de un ciclón tropical.
El cambio de paradigma vino con el lanzamiento del satélite SWOT (Surface Water and Ocean Topography) en diciembre de 2022, una misión conjunta entre Estados Unidos y Francia. Este satélite permite mapear las corrientes oceánicas con una precisión diez veces mayor que los sistemas anteriores.
Shane Keating forma parte del equipo internacional que trabaja con los datos de SWOT y lidera el grupo australiano AUSWOT. Para complementar los datos del satélite, también participan en expediciones en barcos de investigación y barcos comerciales, recopilando datos en superficie que ayudan a mejorar la precisión de los modelos predictivos.
El sistema desarrollado por Keating ya se ha probado en más de 100 embarcaciones, incluyendo un viaje en 2024 desde el puerto de Newcastle hasta Auckland a bordo de un carguero de 140 metros. Estos ensayos demostraron ahorros de combustible de hasta un 20%, sin necesidad de modificar los barcos ni extender el tiempo de viaje.
Esto significa que, con solo cambiar la ruta en base a las condiciones del océano, los barcos pueden reducir emisiones y costos de manera inmediata. Y dado que los nuevos combustibles ecológicos como el hidrógeno verde o el metanol verde todavía son mucho más caros (de 6 a 10 veces), estas soluciones de navegación inteligente son clave para el presente.
El objetivo de la Organización Marítima Internacional es lograr que el transporte marítimo sea cero emisiones para 2050. Pero mientras se desarrollan y despliegan los barcos del futuro, iniciativas como la de CounterCurrent (la empresa surgida de la investigación de Keating) ofrecen una alternativa inmediata y efectiva.
«Es una situación donde todos ganan», dice Keating. «Las navieras ahorran dinero y al mismo tiempo contribuyen a los objetivos de sostenibilidad, sin necesidad de cambiar su flota».
Esta visión, que combina ciencia, tecnología y compromiso ambiental, podría transformar silenciosamente una industria crucial que rara vez está en el foco mediático, pero que mueve el mundo cada día.