En el ecosistema cada vez más diverso de la inteligencia artificial, China ha dado un paso significativo con el desarrollo de Darwin Monkey, también conocido como «Wukong». Este superordenador no busca competir en potencia bruta con los gigantes tradicionales, sino que apuesta por un enfoque más biológico: emular el funcionamiento del cerebro de un primate. Con más de 2.000 millones de neuronas artificiales y más de 100.000 millones de sinapsis, su arquitectura se aproxima a la estructura cerebral de un macaco.
Este avance no es meramente cuantitativo. El objetivo de Darwin Monkey es doble. Por un lado, se perfila como una herramienta fundamental para que los neurocientíficos simulen procesos cognitivos complejos. Por otro, se posiciona como una pieza clave en la ruta hacia la inteligencia artificial general (AGI), esa meta ambiciosa que busca dotar a las máquinas de razonamiento y aprendizaje comparables al humano.
La clave está en las redes neuronales espaciotemporales
A diferencia de las redes neuronales artificiales convencionales que se usan en modelos como ChatGPT o DALL·E, Darwin Monkey se basa en una tecnología conocida como redes neuronales de picos o SNN (Spiking Neural Networks). Esta técnica imita con mayor fidelidad el comportamiento biológico de las neuronas: en lugar de enviar señales de forma continua, los impulsos eléctricos se disparan solo cuando la señal acumulada supera cierto umbral. Es como si cada neurona fuera una taza de agua que solo se derrama cuando está llena.
Este modo de operar tiene implicaciones muy importantes. Primero, permite un procesamiento más parecido al del cerebro humano, donde las neuronas están activas solo en momentos específicos, optimizando la eficiencia. Segundo, reduce el consumo energético, ya que las neuronas artificiales “descansan” tras cada descarga, y no procesan señales hasta estar listas de nuevo.
De hecho, el consumo total del Darwin Monkey es de apenas 2.000 vatios, similar al de un hervidor de agua. Esto es particularmente llamativo si se considera que el sistema funciona con 960 chips Darwin III, cada uno de los cuales soporta hasta 2,35 millones de neuronas artificiales.
Más allá de la comparación con supercomputadoras tradicionales
Comparar Darwin Monkey con otros superordenadores es complicado, porque el enfoque de procesamiento es radicalmente distinto. Mientras que sistemas tradicionales como los de IBM o los centros de cálculo europeos priorizan la potencia de cálculo en términos de operaciones por segundo, los sistemas neuromórficos como Wukong priorizan la eficiencia en tareas cognitivas y de simulación neuronal.
El precedente más notable era el sistema Hala Point de Intel, con 1.150 millones de neuronas artificiales y 128.000 millones de sinapsis, distribuido en más de 140.000 núcleos de procesamiento. Aunque Intel presume de alcanzar 20 petaops, en el contexto neuromórfico estos números no siempre son el mejor indicador de rendimiento.
En el caso de Darwin Monkey, el verdadero valor está en su capacidad para ejecutar tareas cognitivas complejas, como razonamiento lógico, resolución de problemas matemáticos y generación de contenido, todo ello con modelos desarrollados por la startup china DeepSeek. Estos experimentos muestran que no se trata solo de una maqueta académica, sino de un sistema funcional y con aplicaciones reales.
Aplicaciones en neurociencia y simulación animal
Una de las funciones más prometedoras de Darwin Monkey es su uso como simulador de cerebros animales, desde peces cebra hasta ratones. Este tipo de simulación es una herramienta valiosa para la investigación en neurociencia, ya que permite observar cómo evolucionan los circuitos neuronales sin necesidad de intervenir en seres vivos reales.
La capacidad de simular diferentes niveles de complejidad neuronal ofrece un banco de pruebas versátil para estudiar enfermedades neurodegenerativas, el aprendizaje en entornos controlados o incluso las bases neuronales del comportamiento. En este sentido, Darwin Monkey es más que un superordenador: es un modelo funcional del cerebro vivo.
Una evolución desde Darwin Mouse
Este proyecto no nació de la nada. Darwin Monkey es el sucesor de Darwin Mouse, apodado “Mickey”, que se presentó en 2020 con una arquitectura inspirada en el cerebro de un ratón. Aquel sistema contenía unos 120 millones de neuronas artificiales y marcó un punto de partida clave para desarrollar modelos más complejos.
La evolución entre Mickey y Wukong no es solo una cuestión de escala. El salto también implica mejoras en el diseño de los chips, en la arquitectura de interconexión y en los algoritmos de control del sistema. La diferencia es como pasar de simular un juguete de cuerda a construir un robot autónomo con sentidos y capacidad de reacción.
Una colaboración estratégica en China
El desarrollo de Darwin Monkey ha sido liderado por investigadores de la Universidad de Zhejiang y el laboratorio Zhejiang Lab, una institución conjunta entre el gobierno provincial y el conglomerado tecnológico Alibaba. Esta alianza público-privada muestra la importancia estratégica que China concede al avance en computación neuromórfica, un campo donde busca liderar frente a otras potencias tecnológicas.
En el fondo, Darwin Monkey no es solo una proeza técnica, sino también un símbolo de la apuesta china por una IA con base biológica, energéticamente eficiente y más alineada con la comprensión del funcionamiento cerebral. La computación, en este contexto, se convierte en una herramienta no solo de automatización, sino de exploración del conocimiento humano.