Durante julio de 2025, el Ártico atravesó un episodio de calor extremo que dejó sin palabras a los científicos y puso en jaque los registros históricos de temperatura. En regiones como Finlandia, los termómetros superaron los 30 °C durante varios días consecutivos, algo completamente inusual para estas latitudes. En la localidad de Ylitornio, a tan solo 32 kilómetros del Círculo Polar Ártico, se vivieron 26 días seguidos con temperaturas por encima de los 25 °C, un fenómeno nunca antes registrado tan al norte.
Este tipo de calor sostenido en zonas tradicionalmente frías no solo sorprende por su intensidad, sino también por su duración y persistencia. En vez de episodios breves y esporádicos, el Ártico ha mostrado una nueva cara: una que parece no querer enfriarse.
Cambio climático como motor principal
Un estudio reciente estimó que esta ola de calor fue aproximadamente 3 °C más intensa debido a la acción humana sobre el clima. Las emisiones de gases de efecto invernadero, producto de actividades industriales, energéticas y agropecuarias, están acelerando un fenómeno conocido como amplificación ártica. Esto significa que el calentamiento en esta región ocurre a más del doble de la velocidad del promedio mundial.
Cuando el hielo marino se derrite, expone superficies oscuras como el agua o la tierra, que absorben más calor solar en lugar de reflejarlo. Esta retroalimentación positiva refuerza el calentamiento, y cada verano, el ciclo se repite con mayor intensidad.
El resultado es un Ártico que cambia rápidamente, dejando atrás su identidad helada para convertirse en un termómetro global de los efectos del cambio climático.
Efectos en las comunidades del norte
Las consecuencias de estas temperaturas no se limitan a lo ambiental. Las comunidades inuit y otros pueblos indígenas que habitan el norte dependen del hielo para actividades cotidianas como la caza, la pesca o el transporte. Sin hielo, se vuelve imposible acceder a ciertas zonas, seguir rutas ancestrales o conservar alimentos como se ha hecho tradicionalmente.
Es como si, de un día para otro, a una familia de agricultores les quitaran el acceso a sus campos o a un pescador su lancha. Las prácticas que sostienen sus vidas se ven profundamente alteradas, generando una pérdida de cultura, autonomía y seguridad alimentaria.
Consecuencias para el clima mundial
El Ártico funciona como una especie de aire acondicionado planetario. Su hielo ayuda a regular el clima global al reflejar la luz solar y mantener frías las corrientes oceánicas. Al derretirse, este equilibrio se rompe.
Uno de los impactos más preocupantes es la debilitación de la corriente en chorro, un flujo de vientos que regula los patrones meteorológicos en el hemisferio norte. Cuando esta corriente se vuelve más lenta o inestable por el calentamiento ártico, pueden intensificarse olas de calor, sequías o tormentas en regiones templadas, como Europa o Norteamérica.
En este contexto, el clima global comienza a comportarse como una balanza desequilibrada, donde los extremos se vuelven cada vez más frecuentes y severos.
Una alerta global desde las Naciones Unidas
La Organización Meteorológica Mundial, en su informe de 2024, ya había encendido una señal de alerta climática. Ese año se superaron todos los registros globales de temperatura, alcanzando un promedio de 1,45 °C por encima de los niveles preindustriales. De continuar con esta tendencia, 2024 podría quedar marcado como el año más caluroso de la historia moderna.
Más allá de los récords, lo que preocupa a los científicos es la aceleración del deshielo. Se estima que, para el año 2027 o incluso antes, el Ártico podría vivir su primer verano sin hielo marino, un escenario que modificaría drásticamente los ecosistemas locales y aumentaría el nivel del mar, afectando a zonas costeras de todo el mundo.
Una llamada de atención desde el norte
Los datos de julio de 2025 no son solo cifras frías en un informe científico. Representan una advertencia tangible de que el cambio climático no es un concepto abstracto ni lejano. El Ártico, ese lugar que durante siglos fue símbolo de hielo perpetuo, está enviando señales cada vez más claras de transformación.
Frente a este panorama, la acción climática ya no puede aplazarse. Se trata de repensar nuestras prioridades, reducir emisiones de manera urgente y adaptar nuestras sociedades a una realidad en constante cambio.