La inteligencia artificial (IA) ya es lo suficientemente capaz como para reemplazar millones de empleos en todo el mundo. Sin embargo, la ola de despidos masivos que muchos temen (o esperan) no ha llegado… todavía. Y el motivo no es tecnológico, sino político y estratégico: los directivos están esperando a que otro sea el primero en dar el paso.

Un reloj que corre en silencio

Para algunos, la situación es como una bomba de relojería económica. Quienes tienen menos de 35 años ven la automatización laboral como algo presente y urgente, mientras que gran parte de los mayores de esa edad la imaginan como un problema a cinco o diez años vista. El retraso en esta percepción hace que muchos no estén preparados para la velocidad real de los cambios.

La realidad es que la IA generativa y la automatización están listas para asumir muchas funciones humanas, pero los CEOs temen las repercusiones mediáticas y políticas de ser señalados como los culpables de una «ola de desempleo».

Ejemplos que hablan sin decirlo

Algunos líderes empresariales ya han dejado caer sus intenciones, aunque sin declararlo abiertamente.

  • Alex Karp, CEO de Palantir, mencionó en una entrevista que planea aumentar los ingresos de la compañía hasta diez veces reduciendo el número de empleados de 4.100 a 3.600. El mensaje implícito es claro: unas 500 personas podrían ser prescindibles gracias a la IA.
  • Amazon ya opera con más de un millón de robots, como Hercules, Pegasus y Proteus, y espera mejorar su movilidad un 10% con IA. Su CEO, Andy Jassy, ha advertido que «serán necesarios menos empleados para algunos trabajos» en los próximos años.

Estos casos muestran que la maquinaria está en marcha, aunque sin apretar del todo el acelerador.

El miedo a ser el «villano»

Ningún directivo quiere ser la cara visible del despido masivo por robots. El temor no es solo a las reacciones de los trabajadores, sino a convertirse en objetivo de críticas de todos los sectores políticos. Tanto desde la izquierda como desde la derecha, los despidos impulsados por IA podrían ser utilizados como munición electoral.

Mientras tanto, la clase política parece subestimar la urgencia. Consideran que es un reto para «la próxima administración» y no un problema actual, lo que retrasa la creación de soluciones como redes de seguridad social adaptadas a esta nueva realidad.

Efectos colaterales ya visibles

Aunque los despidos masivos no se han materializado, hay movimientos silenciosos con impacto real:

  • Congelación de contrataciones: cada vez más directivos deben justificar por qué contratar a un humano en lugar de usar IA.
  • Impacto en los jóvenes: según la plataforma Handshake, las ofertas para empleos corporativos de nivel inicial han caído un 15% en el último año.
  • Despidos relacionados con IA: la consultora Challenger, Gray & Christmas reporta que la IA ya está entre los cinco principales factores de pérdida de empleos en 2025, con más de 806.000 recortes anunciados en el sector privado, la cifra más alta desde 2020.

Un futuro incierto pero inevitable

La sustitución de humanos por sistemas automatizados no es cuestión de «si» sino de «cuándo» y «a qué ritmo». El principal freno actual no es la capacidad de la IA, sino la estrategia empresarial y el miedo a ser el primero en cruzar la línea.

Este compás de espera puede dar tiempo para preparar políticas públicas, reconversión profesional y planes de transición. Sin embargo, si se desaprovecha, el impacto podría ser abrupto y socialmente costoso.

En otras palabras: la máquina ya está encendida; simplemente nadie ha querido aún girar del todo la llave.

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