En los últimos años, el sector de la tecnología de defensa europea ha pasado de ser un terreno olvidado por el capital riesgo a convertirse en uno de los espacios con mayor crecimiento del continente. En 2016, la financiación rondaba los 114 millones de dólares, una cifra modesta si se compara con los 1.500 millones de dólares que ya se han invertido solo en 2025, con previsiones que apuntan a los 2.300 millones antes de finalizar el año. Esta transformación está impulsada por un contexto geopolítico cada vez más tenso y por el interés renovado de los gobiernos europeos en fortalecer sus capacidades militares.
El auge de los drones y el riesgo de la burbuja
Una parte significativa de esa inversión está yendo a parar a un solo tipo de tecnología: los drones. Estas aeronaves no tripuladas se han convertido en el icono de la guerra moderna, demostrando su eficacia en conflictos recientes y atrayendo la atención de fondos de inversión que, como suele pasar en las modas tecnológicas, están apostando de forma masiva y simultánea. El problema es que, según analistas del sector, hasta el 90% de las startups de drones podrían desaparecer en menos de cinco años.
Detrás de esta predicción está la saturación del mercado, la falta de diferenciación tecnológica y la dificultad para escalar soluciones en un entorno regulado y dominado por grandes contratistas. El entusiasmo inicial puede acabar en un efecto dominó si no se diversifican las apuestas y se apoya también el desarrollo de otras áreas clave.
Oportunidades más allá del cielo
Aunque los drones acaparen titulares, las oportunidades reales para la innovación y el crecimiento están en sectores menos visibles pero igual de estratégicos. Tecnologías como la ciberseguridad ofensiva, los sistemas de comunicación resilientes, la logística automatizada o los materiales avanzados para la protección de tropas son ámbitos donde las startups europeas pueden jugar un papel fundamental.
Un ejemplo claro es el de las empresas que trabajan en la resiliencia de las cadenas de suministro, un tema que ha cobrado relevancia tras la pandemia y que ahora se considera esencial en contextos bélicos. Fabricar componentes críticos dentro de Europa, reducir la dependencia de proveedores externos y automatizar procesos industriales son líneas prioritarias para varios gobiernos.
La relación entre startups y gobiernos: un equilibrio delicado
El gran desafío para muchas startups de defensa sigue siendo el acceso al cliente final: el Estado. A diferencia de otros sectores donde el mercado está fragmentado y existen múltiples nichos, en defensa el comprador suele ser uno solo y con procesos de adquisición extremadamente largos y burocráticos. Esto genera tensiones entre la velocidad de innovación de las startups y el ritmo lento de las administraciones.
Sin embargo, hay señales de cambio. Iniciativas públicas como agencias de adquisiciones más ágiles, programas de financiación específicos para defensa dual (uso civil y militar), y la aparición de fondos público-privados están ayudando a que el capital fluya hacia soluciones innovadoras. La cuestión clave es si esta colaboración puede sostenerse en el tiempo o si volverá a quedar eclipsada por los grandes contratistas tradicionales.
El caso Resilience: cuando startups, soldados y espías se encuentran
Una muestra de este nuevo ecosistema emergente fue la conferencia Resilience, celebrada recientemente en Londres. Este evento reunió a startups tecnológicas, representantes militares y expertos en inteligencia, todos ellos con un mensaje común: “necesitamos más armas, y mejor tecnología”. Más allá del tono alarmista, lo que se puso sobre la mesa fue una clara voluntad de incorporar innovación desde el sector privado para responder a amenazas que ya no son hipotéticas.
Entre las conversaciones más repetidas estuvieron los retos de escalar soluciones de defensa en un entorno de urgencia estratégica, sin comprometer la seguridad ni caer en errores del pasado. La sensación general fue que Europa está en una carrera contra el tiempo, y que su ventaja dependerá de su capacidad para combinar la agilidad de las startups con la experiencia de los sistemas de defensa tradicionales.
El papel de los inversores en tiempos de rearme
Para que esta nueva generación de startups de defensa no se quede en buenas intenciones, el capital riesgo europeo debe redefinir su papel. Tradicionalmente centrado en software y modelos de negocio replicables, ahora necesita adaptarse a las particularidades de un sector donde los ciclos son más largos, los riesgos tecnológicos mayores y el impacto geopolítico tangible.
El interés está creciendo, pero a menudo viene acompañado de expectativas poco realistas sobre rentabilidad y tiempos de retorno. Comprender la lógica estratégica de la defensa y alinear los incentivos con los de los gobiernos será clave para evitar una burbuja especulativa y construir un tejido industrial que no dependa solo de modas pasajeras.
Un futuro incierto, pero lleno de posibilidades
Europa se encuentra en un punto de inflexión tecnológico en el sector de la defensa. Si logra canalizar la innovación más allá del entusiasmo por los drones y apuesta por un ecosistema diversificado, podrá no solo responder a los desafíos actuales, sino también fortalecer su soberanía tecnológica y reducir su dependencia de terceros.
El camino no estará libre de obstáculos: regulación, cultura de compra pública, competencia internacional y dilemas éticos marcarán la agenda de los próximos años. Pero si algo ha demostrado el auge de este sector es que el potencial está ahí, esperando ser aprovechado con inteligencia, colaboración y visión a largo plazo.