La economía de la gratitud está ganando terreno como alternativa al modelo tradicional de monetización en internet. Se trata de un sistema basado en micropagos voluntarios que los usuarios realizan como muestra de agradecimiento por el contenido que consideran valioso, sin que exista una obligación previa ni un muro de pago.

Este concepto no es del todo nuevo. Desde los primeros blogs y foros, muchos creadores incluían botones de donación como forma de compensación simbólica por su trabajo. Hoy, esta idea evoluciona con tecnologías más sofisticadas y una cultura digital que valora la conexión auténtica por encima de la transacción.

Más que un «gracias»: gratitud como reconocimiento

PickleJar, una app pensada para artistas que reciben propinas directamente de sus seguidores, define la gratitud como algo más profundo que una simple expresión de cortesía. Es una forma de reconocer un impacto positivo, de decir «esto que hiciste me sirvió, me emocionó o me inspiró».

Este tipo de interacción genera vínculos reales entre creadores y audiencia, eliminando barreras y haciendo que la retribución fluya de manera natural, como una consecuencia del valor entregado. Es como dejar propina a un músico callejero: no se paga por el derecho a escuchar, sino por lo que se sintió al hacerlo.

Herramientas que impulsan la economía de la gratitud

DRiP: propinas en blockchain sin fricciones

DRiP es una plataforma basada en la red Solana que permite enviar propinas mínimas, incluso de una décima de centavo, algo imposible en los sistemas financieros tradicionales por los altos costes de transacción. Aquí, los «thanks» se entregan en USDC cada 24 horas, sin necesidad de alcanzar un umbral mínimo para cobrar.

Gracias a este modelo, los creadores reciben ingresos de forma constante y directa, sin que plataformas intermediarias se queden con una parte significativa. Es una manera de descentralizar el valor generado, dándole al público el control sobre a quién apoya.

Pagos rápidos y sin fricción

Uno de los grandes desafíos de los micropagos es su viabilidad práctica. Si enviar una propina requiere más tiempo o dinero que el propio importe, la experiencia se vuelve inviable. Para combatir esto, iniciativas como el «Creator Commerce Program» de Visa buscan mejorar la infraestructura de pagos digitales, haciendo que los envíos de dinero sean instantáneos y sin comisiones elevadas.

Esto resulta especialmente relevante en Latinoamérica, donde la economía creativa está creciendo rápidamente. Se estima que los pagos a creadores llegarán a los 61 millones de dólares en 2025, con un aumento anual del 60 %, según datos de Storyblok. El contexto es propicio para que la economía de la gratitud florezca.

Redes sociales que se suman al modelo

Plataformas como YouTube, TikTok, Instagram, Facebook y X (antes Twitter) ya incorporan funciones de propina como «tip jar», estrellas o insignias. Estas herramientas permiten a los usuarios mostrar su apoyo a los creadores sin necesidad de realizar compras ni suscripciones.

Esto abre la puerta a un ecosistema donde el contenido sigue siendo abierto y accesible, pero con la opción de retribuir desde el aprecio. La relación cambia: ya no se trata de «si no pagas, no ves», sino de «si te gustó, puedes apoyar».

Cómo impacta este modelo en los creadores

Contenido con valor real, no sólo algoritmos

El sistema de propinas favorece una motivación más auténtica: los creadores se enfocan en aportar valor real, en lugar de perseguir clics o viralidad. Cuando el objetivo es ayudar, inspirar o entretener desde un lugar genuino, la respuesta del público suele ser más positiva.

Esto ayuda a contrarrestar el «contenido basura» creado para satisfacer algoritmos, promoviendo una cultura digital más sana y significativa. En lugar de preguntar «qué va a generar más visitas», los creadores se preguntan «qué le puede servir a mi comunidad».

Ingresos sostenibles para pequeños creadores

A diferencia del modelo publicitario o los patrocinios, que suelen beneficiar a los grandes creadores con millones de seguidores, la economía de la gratitud abre oportunidades para creadores de nicho o con audiencias más reducidas. Si muchas personas aportan pequeñas cantidades de forma regular, los ingresos pueden llegar a ser constantes y significativos.

En plataformas como DRiP, estas micropropinas frecuentes generan flujos de ingreso que permiten seguir creando sin depender de grandes marcas o algoritmos cambiantes.

Mayor equidad y diversidad en el ecosistema

Este modelo también promueve la equidad en la creación de contenido. Al no depender exclusivamente de volumen de audiencia o colaboraciones comerciales, más personas pueden expresarse, compartir conocimientos o arte sin tener que ajustarse a lo que «vende».

Es un entorno que valora la autenticidad, y eso permite que voces diversas, independientes o alternativas encuentren su espacio y su sustento.

Comparativa: modelo tradicional vs. economía de la gratitud

Característica Modelo tradicional Economía de la gratitud
Tipo de pago Pago previo o suscripción Propina voluntaria posterior
Tamaño del pago Alto (compra o suscripción) Bajo (micropagos frecuentes)
Acceso al contenido Limitado por muros de pago Abierto, con opción de agradecer
Participación de intermediarios Alta, con comisiones Baja, pagos directos al creador
Incentivos de creación Clickbait, viralidad Valor genuino, conexión real

Hacia un internet más humano y participativo

El auge de la economía de la gratitud refleja un cambio cultural en cómo valoramos el trabajo de los demás en entornos digitales. No se trata de reemplazar modelos existentes, sino de sumar alternativas que den espacio a relaciones más justas y significativas entre creadores y comunidades.

Con herramientas como DRiP, soluciones de pago sin fricciones y las nuevas funcionalidades en redes sociales, este modelo se consolida como una vía viable para quienes buscan monetizar sin perder autenticidad.