Uno de los materiales más prometedores en el desarrollo de células solares de nueva generación es el yoduro de plomo y formamidinio, un compuesto cristalino que pertenece a la familia de las haluro perovskitas. Su capacidad para absorber y emitir luz con gran eficiencia lo convierte en un candidato ideal para dispositivos optoelectrónicos como LEDs y, especialmente, para paneles solares delgados y flexibles. Pero su inestabilidad a temperaturas variables ha frenado su adopción comercial.

Este es un ejemplo clásico de un material con potencial, pero cuyas propiedades complejas han sido difíciles de entender y controlar. Como si se tratara de una receta de cocina con ingredientes exóticos que pueden dar lugar a un plato exquisito o uno incomible, dependiendo de pequeños detalles del proceso. Comprender esas sutilezas es clave para lograr una tecnología solar más eficiente y sostenible.

El papel de la inteligencia artificial en la investigación de materiales

Un grupo de investigación de la Universidad Tecnológica de Chalmers, en Suecia, ha conseguido un avance significativo en la comprensión de este compuesto. Para ello, ha combinado modelos computacionales avanzados con algoritmos de aprendizaje automático, lo que les ha permitido realizar simulaciones que habría sido impensables hace solo unos años.

La dificultad principal reside en que las perovskitas haluro son materiales extremadamente complejos desde el punto de vista estructural. Sus propiedades cambian en función de la temperatura, el entorno y la forma en que se sintetizan. Modelar esto con precisión exige un poder de cálculo enorme y modelos que puedan imitar la realidad a nivel atómico.

Gracias al aprendizaje automático, los investigadores ahora pueden construir modelos que contienen millones de átomos y ejecutar simulaciones miles de veces más largas que antes. Esto ha sido clave para observar fenómenos que solo se manifiestan en escalas de tiempo amplias o en condiciones muy específicas.

Un rompecabezas resuelto: la fase de baja temperatura

Uno de los hallazgos más importantes del estudio fue la identificación de la estructura del material a bajas temperaturas, una fase que hasta ahora había resultado esquiva. Esta información es esencial porque la inestabilidad del compuesto se relaciona directamente con sus transiciones de fase. En otras palabras, si no entendemos cómo cambia su estructura al enfriarse o calentarse, es imposible diseñar versiones estables del material.

Durante el enfriamiento, las moléculas de formamidinio tienden a quedar atrapadas en un estado semiestable, una especie de «bloqueo estructural» que puede influir negativamente en el rendimiento del material en aplicaciones solares. El descubrimiento permite a los científicos anticipar y controlar mejor estos comportamientos, allanando el camino para perovskitas más estables.

Validación experimental y colaboración internacional

Para confirmar sus hallazgos, el equipo de Chalmers colaboró con investigadores de la Universidad de Birmingham. Juntos, realizaron experimentos enfriando el material a -200 °C, una condición necesaria para replicar lo observado en las simulaciones. La coincidencia entre los resultados teóricos y experimentales aporta una validación crucial al modelo, algo que no siempre es fácil de lograr en ciencia de materiales.

Este enfoque colaborativo demuestra cómo la ciencia moderna depende de la convergencia entre disciplinas: física, química, ciencia de materiales e inteligencia artificial trabajan juntas para resolver problemas complejos.

Implicaciones para el futuro de la energía solar

A medida que la demanda eléctrica global sigue creciendo, encontrar soluciones energéticas sostenibles se vuelve cada vez más urgente. Según la Agencia Internacional de Energía, la electricidad representa ya un 20 % del consumo energético mundial, y se espera que esa cifra supere el 50 % en las próximas dos décadas.

En ese contexto, las células solares basadas en perovskitas ofrecen ventajas significativas sobre las tecnologías tradicionales: pueden fabricarse a bajo coste, son ultraligeras, y se adaptan a superficies curvas, como las de un coche o la fachada de un edificio. La posibilidad de integrar paneles solares en materiales cotidianos multiplica sus aplicaciones y facilita una transición energética más inclusiva.

Sin embargo, sin estabilidad térmica y estructural, todos esos beneficios se diluyen. El trabajo de Chalmers representa un paso clave para transformar el potencial de las perovskitas en una realidad comercial viable.

Inteligencia artificial como catalizador científico

Este caso también ilustra un cambio más amplio en la forma de hacer ciencia: la inteligencia artificial se está convirtiendo en una herramienta indispensable para explorar y optimizar materiales complejos. No se trata de que la IA «descubra» soluciones por sí sola, sino de que acelera procesos que antes tomaban años, reduce la necesidad de experimentación costosa y permite abordar preguntas antes inaccesibles.

Como una lupa que amplifica la visión de los investigadores, los modelos basados en IA permiten observar detalles microscópicos y prever el comportamiento de materiales en condiciones extremas. Esto no solo acelera el ritmo de la investigación, sino que también abre nuevas líneas de diseño de materiales personalizados, adaptados a necesidades específicas.

Hacia una nueva era de energía limpia

El estudio publicado en el Journal of the American Chemical Society es un ejemplo concreto de cómo la convergencia entre inteligencia artificial, simulación computacional y experimentación puede desvelar misterios que frenaban el avance de tecnologías clave. Detrás de esta investigación hay una red de colaboración internacional y apoyo institucional, incluyendo a la Agencia Sueca de Energía, el Consejo Europeo de Investigación y la Fundación Knut y Alice Wallenberg.

Gracias a estos avances, estamos más cerca de una generación de paneles solares que no solo sean eficientes, sino también asequibles, duraderos y adaptables. Y, aunque la IA no «extraiga energía de la nada», su aplicación inteligente en ciencia de materiales podría marcar la diferencia en nuestra capacidad para responder al cambio climático y satisfacer las crecientes demandas energéticas del siglo XXI.

La inteligencia artificial abre nuevas posibilidades para la próxima generación de energía solar

Uno de los materiales más prometedores en el desarrollo de células solares de nueva generación es el yoduro de plomo y formamidinio, un compuesto cristalino que pertenece a la familia de las haluro perovskitas. Su capacidad para absorber y emitir luz con gran eficiencia lo convierte en un candidato ideal para dispositivos optoelectrónicos como LEDs y, especialmente, para paneles solares delgados y flexibles. Pero su inestabilidad a temperaturas variables ha frenado su adopción comercial.