Oliver McCann no sabe tocar un instrumento, no tiene formación musical ni voz entrenada. Sin embargo, su proyecto musical, conocido como imoliver, ya ha superado los tres millones de reproducciones, lo que le ha valido un contrato con la discográfica independiente Hallwood Media. La clave de su éxito no está en un estudio profesional ni en años de práctica, sino en su habilidad para usar herramientas de inteligencia artificial como Suno o Udio para crear canciones completas a partir de simples indicaciones de texto.

Este tipo de tecnologías permite generar letras, melodías, arreglos e incluso carátulas de álbumes. Con tan solo un conjunto de instrucciones bien redactadas, la IA puede construir piezas musicales que, a oídos desprevenidos, podrían pasar por el trabajo de una banda real. Es un proceso que está despertando tanto entusiasmo como preocupación, dividiendo al mundo musical entre quienes lo ven como una herramienta más y quienes lo consideran una amenaza.

Democratización vs. degradación creativa

Uno de los aspectos más llamativos del auge de la música generada por IA es su capacidad para democratizar la creación musical. Personas como McCann o Scott Smith, un exoficial de la Marina de EE. UU. sin formación musical formal, han podido dar vida a proyectos musicales completos desde sus casas. Smith, por ejemplo, dedica horas a generar versiones de una canción hasta que siente que coincide con su visión artística. Este tipo de acceso creativo nunca había sido tan asequible: lo que antes requería un estudio profesional, ahora puede hacerse con un ordenador y una conexión a Internet.

Sin embargo, esta facilidad también está alimentando lo que muchos llaman «IA slop«: un aluvión de contenido musical de baja calidad que satura plataformas como Deezer, donde un 18% de las canciones subidas cada día son generadas por IA, aunque pocas de ellas acumulan reproducciones significativas. Esta sobreproducción plantea dudas sobre la calidad artística y el valor de la música en sí.

Tensiones legales y disputas sobre derechos

Mientras algunos artistas y productores ven en la IA una aliada para agilizar la producción o inspirar nuevas ideas, otros se oponen firmemente por considerar que estos modelos se entrenan con obras protegidas por derechos de autor sin consentimiento. Grandes discográficas como Sony Music, Universal Music Group y Warner Records ya han presentado demandas contra empresas como Suno y Udio por supuesta infracción de copyright.

Estas disputas recuerdan los primeros conflictos del mundo digital con Napster en los años 2000. Al igual que entonces, el sector está en una especie de «lejano oeste legal«, donde la falta de regulación clara deja muchas preguntas sin responder: ¿Quién es el autor real de una canción generada por IA? ¿Cómo se reparten los ingresos si la IA se entrenó con canciones ajenas?

En Europa, por ejemplo, la GEMA (sociedad alemana de derechos de autor) ha demandado a Suno alegando similitudes con temas famosos como «Mambo No. 5» y «Forever Young». En Reino Unido, más de mil músicos, entre ellos Kate Bush y Damon Albarn, protestaron contra cambios legales que podrían debilitar el control creativo sobre sus obras.

Entre el rechazo y la adopción activa

La reacción de los artistas es diversa. Mientras algunos temen que la IA devalúe la creatividad humana, otros como will.i.am o Timbaland están explorando activamente sus posibilidades. Para ellos, la IA no es el fin del arte, sino una nueva herramienta dentro del estudio, al igual que lo fueron en su momento los sintetizadores, las cajas de ritmos o el AutoTune.

Incluso entre quienes no delegan todo el proceso en la IA, estas herramientas se han convertido en aliadas para superar bloqueos creativos o acelerar la escritura de letras. Sin embargo, muchos coinciden en que los resultados automáticos suelen ser genéricos o cursis, por lo que prefieren escribir las letras manualmente y usar la IA para desarrollar la parte instrumental.

Un ejemplo claro es Lukas Rams, creador de la banda ficticia «Sleeping With Wolves», quien escribe sus propias letras durante momentos cotidianos como cuando espera que sus hijos se duerman. Aunque utiliza la IA para producir el resto, considera que su toque personal sigue siendo fundamental para mantener la autenticidad del proyecto.

Un cambio de paradigma en el proceso creativo

El impacto de la IA en la música también está redefiniendo la forma en que se concibe el acto de crear. Antes, hacer una canción requería músicos, productores, ingenieros y tiempo de estudio. Hoy, basta con una idea y una serie de prompts bien formulados. Esto ha reducido drásticamente las barreras de entrada y podría dar lugar a una nueva generación de artistas que emergen desde sus dormitorios con solo una computadora.

Este cambio no está exento de riesgos. La facilidad para producir también puede traducirse en menor profundidad artística si no se cultiva una visión clara. Aun así, como ocurre con cualquier herramienta poderosa, el resultado depende del uso que se le dé. Quien use la IA como atajo, probablemente obtenga música desechable. Pero quien la use como extensión de su creatividad, podrá construir obras personales y significativas.

Un futuro incierto pero inevitable

La música generada por inteligencia artificial ya no es una promesa futurista: es una realidad que crece a gran velocidad. Todavía queda por ver cuál será su lugar definitivo dentro de la industria, pero todo indica que su presencia no se desvanecerá. Como cualquier transformación tecnológica, la clave estará en encontrar un equilibrio entre innovación y respeto por la creatividad humana.

¿Podría la materia oscura convertir a los exoplanetas en agujeros negros?

La idea de que los exoplanetas podrían servir como herramientas para estudiar la materia oscura puede parecer sacada de la ciencia ficción, pero un estudio reciente de la Universidad de California en Riverside propone justamente eso. Esta investigación sugiere que, bajo ciertas condiciones, los planetas gigantes similares a Júpiter podrían acumular suficiente materia oscura en su interior como para colapsar en agujeros negros.