¿Has notado alguna vez que el agua de tu grifo sabe diferente a la embotellada? ¿O que el agua helada parece «más sabrosa» que la del tiempo? Si crees que estás imaginando cosas, te tengo una sorpresa: no lo estás. El agua definitivamente tiene sabor, y la ciencia finalmente está desentrañando uno de los misterios sensoriales más antiguos de la humanidad.

Durante siglos, desde Aristóteles hasta los filósofos modernos, se ha considerado que el agua es «insípida» por definición. Pero si el agua realmente no tuviera sabor, ¿por qué podemos distinguir tan claramente entre el agua del grifo de Nueva York y la de París? ¿Por qué algunas marcas de agua embotellada saben terrosa mientras otras son «más suaves»? Yo creo que hemos estado enfocando mal la pregunta todo este tiempo.

El sexto sentido del gusto

En 2017, científicos del Instituto de Tecnología de California hicieron un descubrimiento revolucionario: encontraron que las células receptoras de sabor ácido en la lengua de los ratones también responden vigorosamente al agua. Esto sugiere que los mamíferos, incluyendo los humanos, podrían tener un sexto sentido gustativo específicamente para el agua.

Yuki Oka y su equipo utilizaron ratones genéticamente modificados para silenciar diferentes tipos de células receptoras de sabor, luego enjuagaron las bocas de los roedores con agua para ver qué células respondían. La parte más sorprendente fue descubrir que las células que normalmente detectan ácidos se activaban intensamente con el agua pura.

¿Qué significa esto? Cuando estos investigadores activaron artificialmente estas células usando optogenética (una técnica que usa luz para controlar neuronas), los ratones sedientos lamieron el láser hasta 2000 veces en 10 minutos, actuando como si estuvieran bebiendo agua real. Nunca aprendieron que la luz era solo una ilusión.

La complejidad oculta del sabor del agua

En realidad, el agua «pura» es prácticamente imposible de encontrar en la naturaleza. El agua en su estado más natural contiene una gran cantidad de minerales que no solo le dan un sabor terroso distintivo, sino que también la hacen más saludable e hidratante. La mayoría de estos minerales son electrolitos como calcio, sodio, potasio y magnesio.

¿Has visto alguna vez el término «partes por millón» (ppm) en tu botella de agua? Esto se refiere a cuánto de un mineral particular está presente en un volumen dado de agua. Una botella de agua mineral con gas de 1 litro podría contener 500 ppm de sólidos disueltos totales, que básicamente es una forma abreviada de decirte que tu agua contiene minerales naturales.

En mi experiencia probando diferentes aguas, la diferencia de sabor puede ser dramática. El agua alcalina tiene minerales ionizados naturales que elevan su nivel de pH, haciéndola menos ácida y dándole un sabor «más suave». El agua destilada, por el contrario, se hace del vapor de agua hervida, purificándola de cualquier mineral, químico o bacteria, y muchas personas la encuentran difícil de beber porque carece completamente de sabor.

La neurociencia detrás de percibir lo «insípido»

¿Por qué evolucionamos para no percibir constantemente el sabor del agua? La respuesta es fascinante desde el punto de vista evolutivo. Nuestro cuerpo es 60-70% agua. Si pudiéramos saborear constantemente nuestra propia saliva y los fluidos corporales, nos volvería locos.

Los receptores de sabor no solo están en la lengua. Se encuentran en todo el sistema digestivo, en los pulmones, en la vejiga, e incluso en los testículos. Pero estos receptores están calibrados para detectar cambios y contrastes, no estados constantes. Es por esto que el agua nos sabe «a nada» cuando está en equilibrio con nuestros fluidos corporales, pero súbitamente adquiere sabor cuando contiene minerales diferentes.

El fenómeno más interesante es el de los «sabores residuales» del agua. Ya en los años 1960-70, la psicóloga Linda Bartoshuk de Yale publicó una serie de artículos sobre cómo el agua cambia de sabor dependiendo de lo que hayas probado justo antes. Toma un sorbo de agua después de poner algo ácido en tu lengua, y puede saber un poco dulce. Bebe un poco después de comer sal, y podría tener un toque de amargura.

La temperatura cambia la percepción

¿Has notado que el agua fría parece más «sabrosa» que la tibia? No es tu imaginación. Un estudio de 2016 encontró que los participantes calificaron el agua fría como menos dulce y menos ácida que el agua a temperatura ambiente o caliente.

La temperatura afecta la forma en que nuestras papilas gustativas perciben el sabor. El agua fría puede reducir nuestra capacidad de saborear ciertos sabores, mientras que el agua caliente puede intensificar otros. Esto explica por qué muchas personas prefieren el agua fría: puede ser más refrescante y saciante que las opciones más cálidas.

Este efecto de temperatura también explica por qué los sommeliers del agua (sí, existen) sirven diferentes tipos de agua a temperaturas específicas para resaltar sus características únicas de sabor.

El rol de los minerales en el sabor

Cada fuente de agua tiene su huella mineral única que determina su sabor. Los neoyorquinos aman presumir de que el agua de grifo de su ciudad es la mejor del país, y probablemente tienen razón. No es por el fluoruro como muchos creen, sino porque el embalse Catskills, que proporciona el 40% del agua potable de Nueva York, tiene un sabor distintivamente «puro».

En contraste, los depósitos de piedra caliza y el mayor crecimiento bacteriano (inofensivo) debido a las temperaturas más cálidas en el sistema Croton hacían que el agua pareciera mohosa para aquellos acostumbrados a las Catskills. En otro ejemplo, el mayor contenido de azufre en las fuentes de Florida hace que el agua del grifo del estado sea desagradablemente maloliente para muchos.

La química del sabor del agua

¿Qué hace que el agua sepa «a tierra»? Dos compuestos son los principales responsables: la geosmina y el 2-metilisoborneol, producidos por cianobacterias y actinomicetos. Los humanos detectamos estos olores terrestres y mohosos en concentraciones de solo unos pocos nanogramos por litro. Nuestra capacidad para oler estos compuestos está afectada por otros factores, como la presencia de cloro, que enmascara los olores.

Esta capacidad de detectar microorganismos como las cianobacterias no es trivial, ya que las cianobacterias producen microcistinas tóxicas con propiedades hepatotóxicas y neurotóxicas que pueden causar enfermedades e incluso la muerte.

La paradoja evolutiva

Aquí viene la verdadera paradoja: ¿por qué el agua no evolucionó para tener un sabor más atractivo si es tan vital para la vida? Los investigadores han identificado que los cinco sabores básicos están sintonizados para identificar nutrientes específicos o amenazas fisiológicas: dulce para asegurar reservas de energía, salado para mantener el equilibrio hídrico, ácido para proteger el pH, sabroso para motivar la ingesta de proteínas, y amargo para evitar toxinas.

Pero el agua es omnipresente. Cada objeto vivo está hecho de agua. Por lo tanto, no tendría sentido tener una percepción sensorial constante para el agua. En mi opinión, es como si nuestro cerebro hubiera desarrollado un «filtro de fondo» para el agua, permitiéndonos detectar solo cuando algo está fuera de lo normal.

El futuro de la investigación del sabor del agua

Los científicos están desarrollando un mapa gustotópico basado en la idea de que, así como cada papila gustativa en la lengua responde a un solo sabor, también hay regiones del cerebro que están dedicadas de manera similar. Hasta ahora han identificado cuatro puntos calientes en el cerebro para diferentes sabores, separados por distancias sorprendentemente grandes.

Pero aún quedan muchas preguntas sin respuesta. ¿Cómo diferenciamos exactamente los diferentes sabores del agua? ¿Qué experimentan realmente los ratones cuando sus células de sabor ácido responden al agua? «Casi nada se sabe» sobre el mecanismo molecular y celular por el cual se detecta el agua en la boca y la garganta, y la vía neural por la cual esa señal se transmite al cerebro.

Una reflexión sobre la percepción de lo ordinario

¿No te parece increíble que algo tan básico y «simple» como el agua resulte ser tan complejo a nivel perceptual? En mi experiencia, esto nos enseña una lección profunda sobre la naturaleza de la percepción: incluso las cosas que damos por sentado como «sin sabor» o «neutrales» están llenas de matices y complejidades que apenas estamos comenzando a entender.

La paradoja del sabor del agua nos recuerda que nuestros sentidos son herramientas evolutivas sofisticadas, no registradores pasivos de la realidad. Cada sorbo de agua que tomas está siendo analizado por sistemas sensoriales increíblemente complejos que evalúan no solo su seguridad, sino también su calidad, origen y las necesidades actuales de tu cuerpo.

La próxima vez que bebas un vaso de agua, tómate un momento para realmente prestar atención a su sabor. Puede que descubras un mundo entero de sensaciones que nunca supiste que estaban ahí.

Cuando el moho de baba enseña a las máquinas: la revolución de los algoritmos biológicos y los cartuchos de olores

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