La inteligencia artificial generativa ha abierto puertas insospechadas en el mundo de la creatividad visual. Plataformas como Midjourney, capaces de generar imágenes hiperrealistas a partir de simples descripciones escritas, han capturado la atención de diseñadores, creativos y curiosos. Pero esa capacidad de emular estilos, personajes y escenas conocidas ha despertado también la preocupación —y ahora la acción legal— de los gigantes del entretenimiento.

Warner Bros. Discovery ha presentado una demanda contundente contra Midjourney, acusando a la empresa de facilitar una infracción masiva y deliberada de derechos de autor. Según documentos citados por The Hollywood Reporter, la tecnológica permite a sus usuarios generar imágenes de personajes y escenas icónicas de franquicias protegidas, como Batman, Bugs Bunny o Scooby-Doo, sin licencia ni autorización.

Una tecnología que pisa terreno delicado

Desde un punto de vista técnico, Midjourney se basa en modelos de IA entrenados con millones de imágenes disponibles en Internet. Este proceso de entrenamiento incluye inevitablemente contenidos protegidos por copyright, desde cómics y películas hasta ilustraciones de artistas independientes. El resultado es un sistema que puede producir imágenes que evocan de forma precisa el estilo o la identidad visual de obras protegidas.

El problema surge cuando esa evocación se convierte en una reproducción casi exacta, como ocurre con prompts del tipo “batalla clásica de superhéroes de cómic”, que pueden generar composiciones reconocibles como derivadas de títulos como The Dark Knight.

Warner Bros. no se anduvo con rodeos: califica el accionar de Midjourney como «una de las infracciones más voluntarias» de las que han sido víctimas. En su demanda solicita una compensación por los beneficios obtenidos por la empresa o, en su defecto, una suma de hasta 150.000 dólares por cada obra infringida.

Disney y Universal también entran en juego

El caso no es aislado. Disney y Universal también han tomado acciones legales contra Midjourney a comienzos de este año, describiendo a la plataforma como una especie de “máquina expendedora virtual” capaz de generar copias infinitas y no autorizadas de sus personajes y contenidos. La expresión es gráfica y precisa: para estas compañías, pedir a Midjourney una imagen es tan simple —y problemático— como pulsar un botón para obtener merchandising pirata.

Este frente legal refleja una tensión creciente: ¿dónde está la línea entre inspiración y copia cuando es una máquina la que crea? ¿Puede una IA acogerse al “uso justo” o fair use, cuando genera imágenes tan cercanas a las obras originales que resultan indistinguibles para el público?

¿Fair use o infracción directa?

El principio de uso justo ha sido durante décadas una herramienta clave para creadores y medios. Permite el uso limitado de contenido protegido sin autorización, bajo ciertas condiciones, como fines educativos, críticos o informativos. Sin embargo, su aplicación en contextos de inteligencia artificial es todo menos clara.

La demanda contra Midjourney podría convertirse en un precedente legal histórico, al obligar a los tribunales a definir si entrenar y generar contenido con obras protegidas es legal sin licencias explícitas. En el fondo, está en juego el modelo de negocio de muchas empresas de IA generativa, incluyendo a OpenAI y Stability AI, que dependen de grandes cantidades de datos para funcionar.

La postura de las tecnológicas y el dilema regulatorio

Empresas tecnológicas como Midjourney defienden su enfoque argumentando que sin acceso masivo a contenidos existentes, la IA no puede desarrollarse eficazmente. En otras palabras, privarla de grandes bases de datos significaría limitar sus capacidades. Esta visión ha sido incluso respaldada, en parte, por figuras políticas como Donald Trump, quien afirmó que «no se puede esperar que un programa de IA tenga éxito si debe pagar por cada artículo o libro que ha leído».

El argumento apunta a la necesidad de crear un marco regulatorio moderno, adaptado a los nuevos desafíos. Sin embargo, para los estudios cinematográficos, editoriales y artistas individuales, el desarrollo de la IA no puede hacerse a costa de sus obras. La analogía es clara: sería como permitir a un aprendiz de pintor copiar cuadros de museos sin pagar entrada ni atribuir autoría.

El impacto de demandas previas y acuerdos millonarios

El caso de Warner Bros. no es el primero, pero podría ser el más influyente. Otros casos recientes han mostrado la magnitud del problema. La empresa Anthropic, por ejemplo, accedió a pagar 1.500 millones de dólares para resolver una demanda colectiva presentada por autores, que denunciaron que su chatbot Claude fue entrenado con sus libros sin permiso.

Este tipo de acuerdos sugiere que, aunque las tecnológicas argumenten legalidad, el riesgo financiero es muy real. Las compañías están comenzando a enfrentarse no solo a batallas legales, sino también a pérdidas de reputación, confianza pública y relaciones con creadores.

¿Qué camino queda para Midjourney?

La demanda de Warner Bros. llega en un momento clave, cuando Midjourney sigue ganando popularidad entre ilustradores, marketers y estudios independientes. Pero este litigio podría forzar a la empresa a revisar su modelo de entrenamiento y sus políticas de uso, o incluso implementar filtros que impidan generar ciertos tipos de contenido.

Por ahora, Midjourney no ha respondido públicamente a esta última acusación. Pero su futuro dependerá de cómo logre equilibrar innovación tecnológica con respeto a la propiedad intelectual. Si no lo consigue, podría convertirse en el ejemplo más claro de cómo una IA puede pasar de ser promesa creativa a riesgo legal.

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