La hipertensión arterial afecta ya a casi la mitad de la población adulta en Estados Unidos, y con las nuevas directrices presentadas por la American Heart Association y el American College of Cardiology en agosto de 2025, esta cifra podría crecer aún más. Estas organizaciones han endurecido los criterios diagnósticos, eliminando el término «prehipertensión» y rebajando los umbrales a partir de los cuales se considera que una persona padece presión alta.

Anteriormente, valores de 120-139 mm Hg para la presión sistólica o de 80-89 mm Hg para la diastólica se consideraban «prehipertensión». Ahora, según las nuevas categorías, un individuo con 130-139/80-89 ya se clasifica como con hipertensión en estadio 1, mientras que valores desde 140/90 indican un estadio 2. Cifras iguales o superiores a 180/120 se consideran una crisis hipertensiva, que requiere atención médica inmediata.

Este cambio de enfoque tiene un impacto inmediato y concreto: millones de personas que antes no requerían tratamiento podrían ahora necesitar control médico y seguimiento constante.

La importancia de conocer tu presión arterial

Entender la diferencia entre los dos números que aparecen al medir la presión arterial es fundamental. El primero, presión sistólica, indica la fuerza con la que el corazón bombea sangre hacia el cuerpo. El segundo, presión diastólica, refleja la presión cuando el corazón está en reposo entre latidos. Ambos valores son relevantes para evaluar el riesgo cardiovascular y decidir el tratamiento más adecuado.

Un aspecto clave que se enfatiza en las nuevas guías es la necesidad de hablar con el médico sobre si se cumple o no con los nuevos criterios, y qué medidas se deben tomar para mantener la presión dentro de rangos saludables.

El alcohol y su efecto silencioso sobre la presión

Uno de los factores que más influye en el aumento de la presión es el consumo de alcohol. Los nuevos datos analizados indican que por cada 10 gramos de alcohol ingerido, la presión sistólica puede subir alrededor de 1 mm Hg. Considerando que una cerveza promedio contiene 14 gramos, el impacto acumulativo del consumo habitual puede ser significativo.

Las nuevas recomendaciones proponen limitar el consumo a un máximo de dos bebidas diarias para los hombres y una para las mujeres. Incluso se sugiere evaluar la posibilidad de eliminar el alcohol por completo, sobre todo en personas con otros factores de riesgo como obesidad, sedentarismo o antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares.

Alimentación: una herramienta poderosa para el corazón

Las directrices actualizadas subrayan el papel central de la dieta como medida preventiva y terapéutica. Se destaca la reducción del consumo de sal como una de las estrategias más eficaces. La meta es no superar los 2.300 miligramos diarios, lo que equivale a una cucharadita de sal, aunque lo ideal sería mantenerse por debajo de los 1.500 mg.

Para facilitar esta reducción, se recomienda adoptar la dieta DASH (Enfoques Dietéticos para Detener la Hipertensión), basada en alimentos frescos y naturales como frutas, verduras, cereales integrales y lácteos bajos en grasa. Esta dieta puede llegar a disminuir la presión en hasta 10 mm Hg, un resultado comparable al de algunos medicamentos.

Además, se menciona el uso de sustitutos de sal con potasio, que pueden ayudar a reducir la presión sin sacrificar el sabor de las comidas.

Ejercicio físico: una receta sin efectos secundarios

El sedentarismo es uno de los principales enemigos del corazón. Las nuevas guías promueven un enfoque activo para toda la población, no solo para quienes ya tienen diagnóstico de hipertensión. Se ha comprobado que cada 30 minutos de ejercicio aeróbico a la semana pueden reducir la presión sistólica en 2 mm Hg y la diastólica en 1 mm Hg.

El objetivo ideal es alcanzar 150 minutos de ejercicio moderado por semana, algo tan simple como caminar rápido, bailar, nadar o andar en bicicleta. Esta actividad no solo mejora la presión, sino que también protege contra otras enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, deterioro cognitivo y ciertos tipos de cáncer.

Un enfoque personalizado con la herramienta PREVENT

Una de las grandes novedades es el uso del nuevo calculador de riesgo PREVENT, diseñado para ofrecer un enfoque personalizado del tratamiento. Este sistema tiene en cuenta no solo la presión arterial, sino también variables como edad, colesterol, antecedentes médicos y estilo de vida.

A diferencia de los modelos anteriores, este permite ajustar las recomendaciones según el perfil único de cada paciente, lo cual facilita la toma de decisiones compartida entre el profesional de la salud y la persona afectada. El objetivo es priorizar la prevención y actuar antes de que aparezcan complicaciones graves.

El control doméstico cobra protagonismo

Otro cambio relevante en el abordaje de la hipertensión es la recomendación de que los pacientes tomen su presión en casa con regularidad. Esto permite observar los patrones diarios y evitar diagnósticos erróneos basados en mediciones aisladas. Además, ayuda a los médicos a ajustar el tratamiento con más precisión.

Este seguimiento desde el hogar puede ser tan importante como la medicación en algunos casos, sobre todo cuando se combina con mejoras en la dieta, el ejercicio y el descanso.

Estrategias esenciales para proteger el corazón

Las nuevas directrices también retoman las llamadas «8 métricas esenciales para la salud cardiovascular», entre las que se incluyen: alimentación equilibrada, actividad física, no fumar, dormir entre 7 y 9 horas, controlar el peso corporal, mantener niveles saludables de colesterol y glucosa, y, por supuesto, gestionar adecuadamente la presión arterial.

Aplicar estas recomendaciones no solo ayuda a prevenir enfermedades del corazón, sino que también disminuye el riesgo de accidente cerebrovascular y demencia, dos de las principales causas de muerte en muchos países.

Nuevas directrices sobre hipertensión: millones podrían ser diagnosticados bajo los nuevos criterios

La hipertensión arterial afecta ya a casi la mitad de la población adulta en Estados Unidos, y con las nuevas directrices presentadas por la American Heart Association y el American College of Cardiology en agosto de 2025, esta cifra podría crecer aún más. Estas organizaciones han endurecido los criterios diagnósticos, eliminando el término «prehipertensión» y rebajando los umbrales a partir de los cuales se considera que una persona padece presión alta.