Diseñar un procesador se parece a planificar una ciudad: hay que definir carreteras, zonas residenciales y sistemas de transporte, todo a escala microscópica y con normas estrictísimas. Durante décadas, ese trabajo quedó en manos de ingenieros que, plano a plano, tardaban meses en dar forma al chip final. En medio de la tensión tecnológica entre Estados Unidos y China, surge QiMeng, una plataforma de inteligencia artificial (IA) que promete comprimir ese proceso a unos pocos días, reduciendo costes y esfuerzo humano.

QiMeng —que en chino significa “iluminación”— es un sistema abierto impulsado por el Instituto de la Academia de Ciencias de China. Su objetivo: automatizar el diseño de chips y disminuir la dependencia de herramientas occidentales como Synopsys o Cadence. Para entender su relevancia basta imaginar un taller de sastrería capaz de confeccionar trajes a medida en tiempo récord; QiMeng hace algo parecido, pero con transistores y rutas eléctricas.

La arquitectura de la plataforma se organiza en tres niveles que colaboran como un equipo de construcción:

El resultado es una cadena completamente automatizada que pasa de la idea al esquema funcional con mínima intervención humana.

Usando QiMeng, los científicos construyeron dos procesadores de referencia:

Para ilustrarlo, pensemos en pasar de armar un coche clásico a ensamblar un modelo compacto moderno, todo con la misma cadena de montaje y sin detener la línea de producción.

Es como pasar de construir cada mueble a mano a usar muebles modulares que encajan entre sí, permitiendo ajustes sin rehacer la obra entera.

La IA china llega en un contexto donde Washington limita la venta de software EDA a empresas asiáticas. Con QiMeng, Pekín busca recortar la brecha y blindar su cadena de suministro. No se trata solo de economía, sino de soberanía tecnológica: controlar el cerebro de tus aparatos equivale a decidir tu propio futuro digital.

Los creadores reconocen obstáculos claros:

En términos prácticos, QiMeng es el plano maestro, pero aún hacen falta grúas, hormigón y permisos de obra para levantar el rascacielos completo.

Los investigadores planean dotar a la plataforma de auto‑evolución, es decir, que aprenda de cada diseño y mejore el siguiente sin intervención. Imagine un chef que anota cada plato cocinado y, al día siguiente, ajusta las especias con base en la opinión de los comensales; eso mismo ocurrirá con la próxima generación de procesadores QiMeng.

Si eres desarrollador de hardware o emprendedor en IoT, mantener un ojo en QiMeng podría ahorrarte meses de trabajo y una factura considerable en licencias. La carrera por la innovación en chips impulsados por IA ya no es exclusiva de Silicon Valley; las piezas del tablero global se están moviendo rápido y, con herramientas abiertas como esta, el juego se vuelve más democrático.

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El renderizado 3D ha sido, durante décadas, el corazón palpitante de los gráficos por computadora, desde videojuegos hasta películas y realidad virtual. El proceso tradicional, que convierte modelos tridimensionales en imágenes bidimensionales, se ha apoyado históricamente en técnicas basadas en la física como el ray tracing y la rasterización. Estas simulan cómo se comporta la luz en un entorno, utilizando complejas ecuaciones y modelos manuales construidos por expertos.