Los datos más recientes advierten que al ritmo actual de emisiones, el mundo superará en poco más de tres años el presupuesto de carbono restante para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, un umbral clave establecido por el Acuerdo de París. Esta línea no es simbólica: cruzarla significaría acercarse peligrosamente a puntos de no retorno climáticos, eventos que podrían desatar cambios irreversibles en los ecosistemas y la vida humana tal como la conocemos.
Según el informe Indicators of Global Climate Change 2024, elaborado por más de 60 científicos de todo el mundo y liderado por la Universidad de Leeds, a partir de 2025 sólo quedaban unas 130.000 millones de toneladas de CO2 por emitir si se quería mantener viva la meta del 1,5 °C. A los niveles actuales de contaminación, ese presupuesto se agotará en algo más de tres años. Superar ese límite allanaría el camino hacia umbrales más peligrosos de 1,6 o 1,7 °C en menos de una década.
Temperaturas al límite y políticas insuficientes
El documento, que actualiza cada año diez indicadores clave del sistema climático, revela que 2024 fue un año récord: la temperatura superficial global se situó en 1,52 °C por encima de los niveles preindustriales, con un 1,36 °C atribuible directamente a la actividad humana. Esta cifra, aunque elevada, no implica una violación formal del Acuerdo de París, ya que este exige superar los 1,5 °C de forma sostenida durante varias décadas. Sin embargo, es un aviso claro de que vamos en la dirección equivocada.
El problema no es solo el calentamiento actual, sino la velocidad con la que se está produciendo. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen en niveles históricamente altos, mientras las políticas climáticas no están a la altura de la urgencia. Como explica el profesor Piers Forster, director del Priestley Centre for Climate Futures, «los niveles de calentamiento y sus tasas son sin precedentes».
La huella humana es inequívoca
Cuando se observa el comportamiento térmico de la Tierra durante la última década (2015-2024), los datos muestran que el aumento medio de temperatura fue de 1,24 °C, y de ese total, 1,22 °C se deben a la actividad humana. Prácticamente todo el calentamiento reciente tiene origen en el uso de combustibles fósiles, la deforestación y la agricultura intensiva.
La cifra también refleja el regreso de sectores contaminantes como la aviación internacional, cuyas emisiones en 2024 volvieron a los niveles anteriores a la pandemia. Por otro lado, aunque las emisiones de dióxido de azufre han disminuido, lo cual es positivo para la salud humana, esta reducción también disminuye el efecto enfriador de los aerosoles, acelerando aún más el calentamiento global.
En paralelo, otros gases como el metano (CH4) podrían ofrecer una oportunidad de mitigación a corto plazo. Actuar sobre estos compuestos de vida corta permitiría compensar parcialmente el calentamiento adicional mientras se avanza hacia la neutralidad en CO2.
Un planeta en desequilibrio térmico
La Tierra está acumulando calor más rápido que nunca. Entre 2012 y 2024, la tasa de calentamiento se duplicó respecto a las décadas de 1970 y 1980, generando efectos en cascada en el sistema climático. Ese exceso de energía se traduce en océanos más calientes, aumento del nivel del mar, deshielo y degradación del permafrost.
El 91 % del exceso de calor generado por los gases de efecto invernadero se almacena en los océanos. Esto no solo altera los ecosistemas marinos, sino que intensifica fenómenos extremos como huracanes, tormentas y olas de calor, afectando a comunidades costeras y pesqueras. En 2024, los registros térmicos oceánicos alcanzaron nuevos máximos históricos.
El nivel del mar: una amenaza silenciosa pero constante
Desde 2019, el nivel medio del mar ha aumentado unos 26 mm, más del doble de la tasa de aumento registrada desde 1900. Aunque esta cifra pueda parecer pequeña, sus consecuencias no lo son: inunda zonas costeras, agrava las marejadas ciclónicas y acelera la erosión, afectando a millones de personas en regiones bajas y vulnerables.
Este fenómeno tiene un efecto retardado. Incluso si hoy se detuvieran todas las emisiones, el nivel del mar seguiría subiendo por inercia climática durante décadas. Ya hay aumentos «encerrados» en el sistema que resultarán inevitables.
Un margen de acción cada vez más estrecho
El informe también destaca que el calentamiento provocado por el ser humano avanza a un ritmo de 0,27 °C por década, y que entre 2015 y 2024, las temperaturas promedio fueron 0,31 °C más altas que en la década anterior. Las olas de calor, cada vez más frecuentes y prolongadas, están dejando huella tanto en el medio ambiente como en la salud pública.
Estos incrementos, aunque en parte amplificados por años excepcionalmente cálidos como 2023 y 2024, siguen una tendencia clara. La trayectoria actual indica que el tiempo para frenar el calentamiento se está agotando. Cada fracción de grado cuenta, porque cada décima adicional implica mayor impacto social, ecológico y económico.
El futuro depende de las decisiones de hoy
El informe de la Universidad de Leeds es una radiografía preocupante, pero también una llamada a la acción. Lograr que el aumento de temperatura no supere los 1,5 °C no es solo una cuestión de objetivos políticos, sino de responsabilidad intergeneracional. Las decisiones que se tomen en esta década marcarán el rumbo de la humanidad durante siglos.
Evitar los peores escenarios climáticos sigue siendo posible, pero requiere reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, proteger los ecosistemas, cambiar la forma en que producimos y consumimos energía, y apostar por una transición justa para todos los sectores de la sociedad.
El reloj corre, pero la historia aún puede escribirse de otra manera.