Desde 2012, la aparición de enormes cráteres en el permafrost de Siberia ha desconcertado a la comunidad científica. Estas cavidades gigantes, de hasta 50 metros de profundidad, surgieron de forma repentina en las penínsulas de Yamal y Gydan, al norte de Rusia, dejando tras de sí paisajes lunares en un entorno ártico. Hasta ahora, ninguna teoría había logrado explicar con claridad por qué estas formaciones solo se dan en esa región específica, pese a que el permafrost también está presente en otras zonas del ártico.

La nueva hipótesis: una combinación de gas, calor y deshielo

Un estudio reciente, publicado en la revista Science of the Total Environment, ofrece una explicación más coherente y detallada. Liderado por Helge Hellevang, geocientífico ambiental de la Universidad de Oslo, el equipo de investigación propone que la formación de estos cráteres está vinculada a condiciones geológicas y climáticas particulares de la zona.

El modelo se basa en un proceso en cadena. Bajo el permafrost de las penínsulas afectadas existen grandes reservorios de gas natural, un recurso abundante en esa parte de Siberia. Con el paso del tiempo y el calentamiento progresivo del clima, ese gas comienza a desplazarse hacia arriba, transportando consigo calor. Al llegar a las capas congeladas del suelo, este calor provoca un debilitamiento del permafrost que actúa como una tapa o sello.

Conforme esta capa se derrite y se vuelve más delgada, el gas se acumula justo debajo sin posibilidad de escape. Es como inflar un globo debajo de una manta gruesa de hielo: llega un punto en el que la presión se vuelve insostenible y se libera de manera abrupta, provocando una explosión que lanza tierra y bloques de hielo al aire, dejando un enorme cráter.

Por qué solo ocurren en Yamal y Gydan

Una de las claves del nuevo modelo es que no intenta explicar estos cráteres como un fenómeno generalizado del permafrost, sino como algo específico de esa región. Las condiciones locales son cruciales: la presencia masiva de gas natural, la baja profundidad de la capa de permafrost y un terreno geológicamente propenso a la acumulación de gases convierten a estas penínsulas en el escenario ideal para este tipo de fenómeno.

En otras palabras, aunque el permafrost también se está derritiendo en otras zonas del ártico, si no existen simultáneamente acumulaciones de gas ni un tipo de suelo similar, no se formarán cráteres como los observados en Siberia.

La investigación: modelos y simulaciones

El equipo de Hellevang no realizó un trabajo de campo directo para esta primera etapa, sino que se basó en una revisión exhaustiva de estudios previos, análisis geológicos y simulaciones matemáticas para desarrollar un modelo conceptual. El objetivo era construir una base teórica robusta que explique qué condiciones deben darse para que ocurra una explosión de esta naturaleza.

Este modelo es un primer paso. Los investigadores planean ahora llevar a cabo trabajos de campo y simulaciones más detalladas para verificar la validez de sus conclusiones. La observación directa del terreno y el uso de tecnologías como sensores de gases, radares de penetración terrestre y satélites podrán arrojar datos clave.

Cráteres ocultos a simple vista

Otro aspecto interesante de esta investigación es la hipótesis de que podría haber muchos más cráteres de los que se han detectado. Según los científicos, estos agujeros se llenan rápidamente de agua, hielo derretido y sedimentos, transformándose en lagos que a simple vista parecen comunes. Esto implica que el fenómeno podría estar ocurriendo desde hace mucho más tiempo de lo que se pensaba, pero habría pasado desapercibido por su apariencia.

Reconocer la existencia de cráteres «camuflados» podría cambiar la forma en que se evalúa el impacto del cambio climático en estas regiones. Si el modelo es correcto, estos cráteres no serían una rareza reciente, sino una consecuencia acumulativa de procesos geológicos y climáticos en evolución.

Riesgos y posibles implicaciones futuras

Aunque por ahora no se consideran una amenaza directa para la vida humana, estos cráteres son un recordatorio de cómo el calentamiento global puede interactuar con la geología de maneras inesperadas. En zonas donde se realizan actividades industriales, como la extracción de gas, una explosión de este tipo podría tener consecuencias graves.

También plantea preguntas sobre la liberación de metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2. Si los cráteres liberan cantidades importantes de metano atrapado, podría generarse un círculo vicioso en el que el calentamiento acelera la liberación de gases que, a su vez, intensifican el calentamiento global.

A largo plazo, comprender mejor estos fenómenos podría ayudar a mejorar modelos climáticos y estrategias de mitigación. Y también a identificar otras regiones del mundo donde podría darse un proceso similar, como ciertas partes de Alaska o Canadá.

La ciencia como herramienta para anticiparse

Este nuevo modelo no solo ayuda a comprender un fenómeno natural poco conocido, sino que también sirve como ejemplo del valor de la ciencia interdisciplinaria. Combinar conocimientos de geología, clima y energía permite revelar conexiones que antes parecían invisibles.

Lo que ocurre bajo el suelo congelado de Siberia puede tener mucho que decir sobre el futuro del planeta. Y mientras los cráteres explosivos puedan parecer simples rarezas geológicas, podrían estar mostrando una cara oculta y silenciosa del cambio climático.

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